Cuando las dictaduras se equivocan y los deseos de libertad se cuelan – Paola Bautista de Alemán

Cuando las dictaduras se equivocan y los deseos de libertad se cuelan – Paola Bautista de Alemán

Cuando las dictaduras se equivocan y los deseos de libertad se cuelan

Paola Bautista de Alemán

     Domingo temprano. Tímidamente, los venezolanos salieron a votar. A media mañana, largas filas a las afueras de los centros de votación. Urbanizaciones y barrios salieron a ejercer su derecho. Las elecciones primarias de la oposición venezolana se realizaron el pasado domingo 22 de octubre y este artículo es un análisis en caliente sobre lo que vivimos en días recientes. Debo hacer una advertencia antes de avanzar: compartiré reflexiones escritas desde la experiencia. No son líneas asépticas, nacidas en la comodidad de un despacho. Soy política. Y es mi mayor deseo contribuir con el debate sobre lo que ocurre en mi país. 

     Compartiré tres ideas breves que pueden ayudar a comprender el momento político que estamos viviendo: (i) sobre los errores de cálculo; (ii) sobre el mar de fondo y (iii) sobre los resultados. No espero agotar ningún tema. Estaré satisfecha si estas líneas despiertan la curiosidad política e intelectual del lector. Este proceso está en desarrollo y está lejos de terminar. Por lo tanto, estos párrafos son una aproximación sobre la marcha a un momento político que puede ser importante para la historia democrática de Venezuela y de América Latina. 

     La dictadura se equivocó. En Venezuela vivimos en dictadura. La elección primaria se hizo en un entorno especialmente hostil, marcado por la crisis humanitaria compleja y por la limitación grave a los derechos políticos de todos los venezolanos. Desde el principio, fue un proceso asediado. Sin duda alguna, fue una apuesta compleja y retadora. Haría falta un artículo completo para precisar y describir las amenazas y los atropellos que tuvieron que enfrentar la Comisión Nacional de Primaria, presidida por el doctor Jesús María Casal, los partidos políticos y la sociedad civil. Compra de conciencias, presiones indebidas, hostigamiento por parte de cuerpos de seguridad del Estado, bloqueo de páginas webs, campañas de desinformación, censura en los medios de comunicación y violencia política, entre otros. 

     Entonces, siendo que la dictadura chavista-madurista está aparentemente consolidada en el poder, es lógico que nos preguntemos: ¿Por qué la dictadura permitió que se realizara la primaria? ¿Por qué el régimen, que es aparentemente poderoso, no detuvo en seco la iniciativa? No hay respuesta sencilla para estas interrogantes. Las dictaduras son esencialmente opacas e intentar comprenderlas es arriesgado. Sin embargo, a modo de hipótesis, me atrevo a decir lo siguiente: la dictadura se equivocó

     Nicolás Maduro pensó lo siguiente: la oposición -partidos políticos y sociedad civil- está débil y desarticulada. El país está desanimado y de brazos caídos. En un entorno así, no valía la pena pagar el costo interno y externo de una represión abierta. En términos políticos, era más barato propiciar la división de la oposición, profundizando sus diferencias o comprando conciencias, al tiempo que se desestimulaba la participación del país con desinformación, propaganda invasiva y terror. 

     Recordemos otro asunto que no es menor: el proceso de primaria coincidió con el desenlace de las negociaciones entre la dictadura, la administración Biden y la Plataforma Unitaria. El régimen de Maduro acudió a esos encuentros con el firme propósito de lograr el levantamiento de sanciones económicas por parte de los Estados Unidos. Y, darle un manotón a la primaria, hubiese significado poner en riesgo ese propósito que le es absolutamente existencial; Nicolás Maduro necesita dinero para alimentar los consentimientos que lo sostienen en el poder. 

     De esta manera, el régimen apostó a lo siguiente: firmar el acuerdo de Barbados para lograr la flexibilización de las sanciones y crear condiciones políticas para que la primaria fuera otro fracaso político de la oposición venezolana. Lo primero sucedió; lo segundo, no. La primaria fue exitosa porque la dictadura no previó dos asuntos: la resiliencia política de la oposición y el apoyo del país, que se reservó para sí sus deseos de participar hasta que llegó el día de salir a votar.  

     Mar de fondo cívico. Seis días antes de las primarias publiqué un artículo que se llamó: “Primarias en dictadura: conciencia y voto”. Disfruté ordenar las ideas, escribirlas y publicarlas. En esos párrafos, intenté transmitir mi optimismo. Un optimismo que estaba sustentado en la realidad que percibí en mi trabajo político de tierra. Semana tras semana, en cada reunión con las estructuras parroquiales de Primero Justicia, comencé a notar dos cosas: entusiasmo firme y extraordinario heroísmo cívico. En resumen: buen ánimo de lucha. 

     Hubo quienes se sorprendieron al leer mi artículo. Respetuosamente me comentaron que les había parecido demasiado esperanzador. Incluso, voluntarista; “wishfull thinking”. Y no los culpo. Yo misma dudé en publicarlo. Fue un texto arriesgado. Hoy me alegro de haberlo hecho, pero reconozco que estuve en la frontera de la osadía política e intelectual. La realidad es que era muy difícil advertir el desenlace del 22 de octubre. Al igual que la dictadura, éramos propensos a caer en el error de cálculo y preñarnos de buenas intenciones que no darían los resultados esperados. Después de más de veinte años de lucha democrática, es lógico que nos cueste emocionarnos y que veamos con cautela cualquier ilusión de cambio. 

     Por eso, creo que una de las grandes lecciones del 22 de octubre se refiere al alma democrática del país, que no está dormida ni extinta, y a la capacidad que tenemos de conectar con ella. Las dictaduras longevas buscan colonizar la conciencia de quienes se le oponen. Se esmeran en construir calabozos psicológicos que limitan nuestra comprensión de la realidad. Me refiero a ese desánimo que se va anidando en nuestro interior y que va apagando nuestras ganas de luchar. Comenzamos a confundir osadía con valentía, realismo con pesimismo y voluntarismo con magnanimidad. Es ese cuestionamiento continuo al esfuerzo. Es la pérdida de sentido y de norte… es la desesperanza. 

     Reconozco la necesidad de derribar estos barrotes mentales, abrirnos al país y reconectar con él. Después del 22 de octubre, percibo que el mar de fondo que describí en líneas anteriores se ha hecho más profundo. Me atrevo a decir que está más revuelto. Por eso, considero que el gran desafío de una parte importante de la élite política y empresarial es reencontrarse con ese país que quiere un cambio y que le apostó a una opción política que se opone con firmeza a la dictadura. Nótese que evito deliberadamente utilizar el término “radical”. Me parece que es una categoría fatua cuando se enfrenta a una dictadura feroz como la nuestra. Se vale disentir. 

     Sobre los resultados. Al momento de escribir este artículo la Comisión Nacional de Primaria dio los resultados finales. María Corina Machado es la ganadora indiscutible de la jornada. Obtuvo 2.253.825 votos, con 92,35% de los votos emitidos. La participación total fue de 2.307.635. Tal como lo comenté en los apartados anteriores, este resultado es extraordinario e inesperado. Entonces, ¿qué lectura le podemos dar a este desempeño? Veamos cinco ideas: 

     Primero, la primaria fue un éxito. La participación de más de dos millones de personas en unas elecciones en dictadura es un triunfo indiscutible para todo el país. Además, se cumplió su principal objetivo: Venezuela tiene una candidata presidencial que cuenta con la legitimidad que le asigna un proceso electoral que fue transparente, justo y confiable. El día de hoy, el liderazgo de María Corina Machado se sostiene sobre más de dos millones de voces. 

     Segundo, la dictadura no es infalible. Los mecanismos de dominación de Nicolás Maduro tienen límites y son derrotables. No quiero decir con esto que el porvenir es sencillo y que la democracia está ganada. Lejos de mí esa idea. Me refiero a la obligación que tenemos de construir caminos de lucha realizables y audaces que movilicen al país y nos permitan propiciar más coyunturas como la que vivimos el domingo pasado. 

     Tercero, los opositores están unidos. Nueve de cada diez opositores votaron por María Corina Machado. Eso quiere decir que su propuesta retumbó en el corazón de casi todas las personas que votaron el 22 de octubre. Su discurso emocional, cercano y humano logró unir al espectro opositor en un solo bloque. Lo reitero: nueve de cada diez opositores votaron por ella. Sin embargo, no debemos perder de vista que esa unión de los votantes no significa la unidad práctica de los partidos políticos de oposición. Ese es, quizás, el mayor desafío cara a 2024. 

     Cuarto, los partidos políticos que hasta el momento han liderado la lucha política experimentan una profunda crisis de representación. Solamente uno de cada diez venezolanos votó por alguno de los partidos políticos que integran la Plataforma Unitaria, que es la instancia política que congrega a las agrupaciones con fines electorales que se oponen a la dictadura de Nicolás Maduro. Un detalle importante: Vente Venezuela, movimiento político que lidera María Corina Machado, no forma parte de ella. Esta cifra es verdaderamente preocupante por dos razones: el sistema de partidos está muy débil y un resultado tan arrollador puede abrir puertas a la tentación de la exclusión. Ciertamente, la ganadora podría pensar que puede prescindir de estas organizaciones. Considero que eso sería un gran error y solo beneficiaría a Nicolás Maduro. Estos partidos políticos, aunque estén desdibujados en lo electoral, son valiosos brazos operativos que se necesitarán para el desafío electoral de 2024. Por eso, debemos construir caminos de rehabilitación representativa que permitan mantener esas estructuras y animarlas a fortalecerse para el futuro cercano. 

     Quinto, el país opositor quiere cambio. Venezuela quiere que Maduro se vaya y, en esa aspiración, pareciera que no hay medias tintas. Aquellas voces que han insistido durante años en la cohabitación como método de lucha política se toparon con la impopularidad de su propuesta. El país no quiere cohabitar con la corrupción, con la pobreza y con la violencia. El país quiere derrotar electoralmente a Nicolás Maduro y caminar hacia la democracia. Aunque suene redundante y cacofónico: el país quiere una oposición que se oponga a la dictadura. Una oposición que desafíe y le dé voz al descontento. En este sentido, observo una polarización marcada por el clivaje democracia – dictadura. Esta disposición del votante impone un gran reto a quienes lideren el cambio político. Eventualmente, si logramos liberarnos en 2024, llegará el tiempo de la moderación. Sin duda, hay que preparar caminos políticos y psicológicos para ese momento.

***

Corresponde terminar este artículo y no quiero hacerlo sin mencionar brevemente los dos grandes retos que nos imponen estos resultados. Quedan en el tintero muchas ideas que seguramente desarrollaré en artículos posteriores. 

El primer desafío es la construcción de una unidad superior que sea representativa, inclusiva y eficiente. Esta tarea será compleja. Puedo advertir tensiones entre la representación y la inclusión. En estricto sentido, se podría pensar que la inclusión de los factores distintos a Vente Venezuela en la nueva foto opositora debería ser mínima. María Corina Machado se llevó casi todos los votos. Sin embargo, como no estamos en democracia y la opción ganadora es aún débil en su capacidad de organización, urge incluir a quienes están en la posición diametralmente contraria: con escasa representación y con alta capacidad de organización. La conciliación entre representación e inclusión nos permitirá ser eficientes en el evento electoral que nos une y nos convoca en 2024. Es el momento de hilar fino y construir una casa para todos. La candidata electa así lo ha dicho en sus intervenciones iniciales. Confío que seguirá ese camino con firmeza y generosidad. 

El segundo desafío es mantenernos en la ruta electoral. La dictadura reconoce su error de cálculo y ha activado rápidamente su principal mecanismo de resiliencia autoritaria: la represión. Mientras escribo este artículo, personeros del régimen amenazaron a la Comisión Nacional de Primaria, pidieron la revisión de los acuerdos firmados en Barbados y acudieron al Tribunal Supremo de Justicia para impugnar sus resultados. El motor de esta violencia es una realidad desafiante: Nicolás Maduro sabe que es derrotable. Y eso lo hace especialmente peligroso. En tal sentido, debemos obrar con audacia; colocarnos como objetivo estratégico irrenunciable participar en las elecciones presidenciales previstas para el año que viene y acudir a la unidos a la cita. Solo así, venceremos en las urnas a la dictadura y podremos abrir puertas a la democracia. 

Leave a Reply

Your email address will not be published.

en_USEnglish