Reflexiones sobre el daño antropológico en Venezuela

Reflexiones sobre el daño antropológico en Venezuela

Sándor Márai dedica las últimas páginas de “¡Tierra, tierra!” a explicar las razones que lo llevaron al exilio. Son reflexiones íntimas que describen la agonía de un alma que se resiste a ser invadida: 

Si me quedaba… se me empezaría a aplicar también a mí la técnica secreta del lavado de cerebro, más peligrosa que la aniquilación de la conciencia llevada a cabo en las cárceles y en las celdas de tortura, con la ayuda de medios físicos o químicos: harían que yo mismo matase a mi yo opositor. Eso pretendían. Sus métodos -la alternancia, muy bien estudiada, de mimo y amenaza, de desprecio y engatusamiento- eran eficaces: quienes se someten a ellos terminarán algún día por perder su propia visión de la realidad, la visión de su propio destino. Llegará un momento en que ya no solo serán indiferentes y estarán mortalmente cansados y desesperadamente escépticos, llegará incluso un momento en que creerán que todo está bien como está. La libertad no es un estado consciente y permanente, sino un afán constante por algo, y el lavado de cerebro aniquila ese afán en la conciencia de la víctima; quien ha sido «tratado» así un día despertará sin la voluntad de ser libre. 

Lo que Márai denomina “lavado de cerebro” puede referir a aquello que Dagoberto Valdés, pensador cubano, describe como lo que causa “el debilitamiento, lesión o quebranto de lo esencial de la persona humana”. Y la posterior ausencia de deseos de libertad alude al tema central de esta reflexión: El daño antropológico. Este artículo es una aproximación a la versión venezolana del fenómeno identificado y estudiado por Valdés en Pinar del Río, Cuba. Las ideas que comparto incluyen -y buscan acompasar- experiencia política y horas de estudio. Tiene tres partes: (i) concepto de daño antropológico, (ii) naturaleza autocrática de la revolución chavista y (iii) desafíos de la transformación democrática. 

Daño antropológico: lo trascendente y lo contingente

Entiendo por daño antropológico

… el debilitamiento, la lesión o quebranto, de lo esencial de personal humana, de su estructura interna y de sus dimensiones cognitiva, emocional, volitiva, ética, social y espiritual, todas o en parte, según sea el grado de trastorno causado. El mismo ha surgido y se ha instaurado como consecuencia de vivir largos años bajo un régimen en el que el Estado, y más en concreto, un Partido único pretende encarnar al pueblo, orientar unívocamente toda la institucionalidad, interpretar el sentido de la historia y mantener el control total sobre la sociedad y el ciudadano. De esta forma subvierte la vida en la verdad, menoscaba su libertad, y vulnera los derechos y deberes cívicos, políticos, económicos, culturales y religiosos de las personas, lo que hiere profundamente su dignidad intrínseca, al mismo tiempo que provoca una adaptación pasiva del ciudadano al medio y una anomia social persistente. 

Este concepto recoge el impacto de más de sesenta años de totalitarismo en Cuba y tiene un destacado valor político e intelectual. Incluye experiencia humana y profundidad teórica. Para mí, como venezolana, ha sido un verdadero descubrimiento. Los “síntomas” identificados por el autor son un espejo en el que nos podemos ver reflejados. Esta alteridad es compasión y esperanza a la vez. Por un lado, comparto y hago propio el dolor de quienes nos preceden en la lucha por la libertad de conciencia. Y por otro, confirmo la universalidad de la naturaleza humana que se decanta por los mismos caminos cada vez que se reconoce amenazada.

El término incluye tres partes: qué es el fenómeno, sus causas y sus consecuencias. Conviene distinguir cuáles de estos aspectos son transcendentes y cuáles son contingentes. Es decir: qué refiere específicamente al caso cubano y qué puede trascender a otras experiencias. No es un ejercicio sencillo y no pretendo agotarlo en esta oportunidad. Sin embargo, esta distinción permitirá aproximarnos con precisión al caso que nos ocupa: el caso venezolano. 

La primera parte del concepto de Valdés refiere al “qué” de las cosas: “debilitamiento, lesión o quebranto de lo esencial de la persona humana (…)”. Se podría decir que entra en el ámbito de lo trascendente. Es decir: en aquellos lugares que han padecido regímenes totalitarios se puede observar algún tipo de degeneración de la condición humana. Sin embargo, tal como lo refiere el autor, las dimensiones de esta decadencia dependen de aspectos propios de cada cada realidad: longevidad de la autocracia, niveles de dominación, economía, tradición y cultura política, entre otros. 

La segunda parte del concepto precisa las causas que producen el fenómeno en la isla. El autor identifica veinte hechos que han herido -y aún hieren- a los cubanos, entre los cuales están: entronizar la ideología oficial como religión secular, adoctrinamiento mediante el sistema educativo, usar todos los medios de comunicación para la propaganda, la imposición de un partido único, represión, control de la economía, desintegración familiar, desarticulación de la sociedad civil y organización de una estructura capilar de delación, entre otros. 

Seguidamente, enumera catorce síntomas y consecuencias. Copio in extenso

  1. La incoherencia entre lo que se dice, se piensa, se siente y se hace. 
  2. Procesos de despersonalización y masificación. 
  3. Predominio del relativismo moral y lo que el autor denomina “Maquiavelismo inconsciente” porque “todo vale con tal de yo salvarme o salvar a mi familia provocando dificultades en la formación ética”. 
  4. Analfabetismo ético y cívico.
  5. Falta de proyecto de vida. 
  6. El adormecimiento de la conciencia crítica. 
  7. La afectación o el bloqueo de la vida política. 
  8. El miedo, pero sin identificación de causa. 
  9. La indefensión jurídica del ciudadano. 
  10. La desconfianza y la paranoia. 
  11. Falta de libertad religiosa. 
  12. Desconocimiento o reinterpretación de la historia. 
  13. Maniqueísmo político y moral. 
  14. Trastocar los papeles de Cuba en el mundo, haciéndola ver como víctima. 

Lo expuesto evidencia un sistema de dominación que busca hacerse del ser y del quehacer de la persona humana. Describe el contexto que se ha configurado en Cuba después de seis décadas de totalitarismo. Reconociendo la singularidad de cada caso, me pregunto sobre la deriva de las ambiciones totalitarias en territorio venezolano. Cómo y qué tan profundas son las heridas que han abierto veinte años de revolución chavista. En tal sentido, identifico que uno de nuestros desafíos políticos e intelectuales más importantes es conocer y comprender el tamaño de nuestro trauma. 

Naturaleza autocrática de la revolución chavista

Para conocer lo propio del daño antropológico en Venezuela conviene profundizar en la naturaleza autocrática de la revolución chavista. Este ejercicio es necesario por dos razones: (i) existe relación entre el tipo no democrático y el posible género de cambio político que se puede alcanzar y (ii) la devastación provocada está relacionada con la naturaleza autocrática del sistema que se desea deponer. Este esfuerzo, lejos de responder a una mera curiosidad intelectual, es una necesaria -y exigente- tarea política. 

La revolución chavista es un sistema no democrático que ha desarrollado rasgos propios que se alimentan entre sí y le permiten limitar gravemente las libertades individuales. En Autocracias del S.XXI: caso Venezuela desarrollamos cada uno de ellos y, para efectos de este artículo, los resumiré brevemente. La autocracia que se ha instalado en Venezuela se configura de la siguiente manera: 

  1. Gradualidad: La revolución chavista llegó al poder vía electoral en 1999. Se apalancó en un profundo proceso de erosión democrática que le permitió reunir voluntades y alcanzar el poder. Su principal promesa electoral en 1998 fue el desmantelamiento de la democracia representativa a partir de una Asamblea Nacional Constituyente no contemplada en la Constitución de 1961. A partir de ese momento, su avance autocrático ha sido estable y gradual durante más de dos décadas. 
  1. Resiliencia: La expansión gradual de la revolución chavista evidencia que es un sistema es capaz de extraer aprendizaje autocrático de cada crisis que supera. Matheus describe con precisión cómo el sistema cuenta con herramientas concretas para sobreponerse a “estados de necesidad” que ponen a prueba su dominio y afirma que “la resiliencia autocrática es el poder de crear anticuerpos contra las fuerzas democratizadoras”. 
  1. Ideología: La revolución chavista se autodefine de izquierda y promotora del “Socialismo del S.XXI”. Además de la autodefinición, hay evidencia de cercanía ideológica, operativa y práctica con las autocracias del mundo: Cuba, China, Irán, Turquía y Corea del Norte. Los autores que han estudiado este tema (Matheus, Aveledo) se preguntan sobre la relación entre la retórica marxista, su traducción existencial y su capacidad de implementación real. Estas rectas inquietudes intelectuales y políticas no desdicen del componente ideológico del sistema. 
  1. Solidaridad autocrática: La relación que ha logrado construir la revolución chavista con las principales autocracias del mundo (Cuba, China, Turquía, Irán y Corea del Norte) le ofrece herramientas de resiliencia que le permiten mantenerse en el poder. Este apoyo se expresa en mecanismos para superar bloqueos y medidas a las que acude el mundo democrático para debilitar al régimen.  
  1. Estado gangsteril: La revolución chavista desmanteló gradualmente el Estado democrático y liberal que se inauguró en Puntofijo. Este proceso profundizó la debilidad institucional heredada de la República Civil y propició la creación de redes criminales desde las instancias oficiales del Estado venezolano, todo esto con el fin de aferrarse en el poder. Es lo que he llamado “Estado gansteril de naturaleza entrópica”. Esta configuración de los espacios oficiales ha derivado en un Estado fallido, novedoso en términos autocráticos y especialmente difícil de enfrentar. 
  1. Componente militar: El apoyo de la Fuerza Armada Nacional es un elemento clave para este análisis. Tal como lo explica Pedro Pablo Peñaloza, “la revolución chavista se sostiene sobre bayonetas”. Sin embargo, y aún reconociendo el peso de la variable castrense, debo aclarar que no se trata de una dictadura militar tradicional. 
  1. Sistema represivo y violación sistemática de derechos humanos: El informe de la Misión de Verificación de Hechos de Naciones Unidas publicado en septiembre de 2020 reveló el carácter sistemático de la violación de derechos humanos en Venezuela. No son hechos aislados o iniciativas particulares de funcionarios específicos. Es una estructura de mal dirigida desde el alto gobierno con el propósito de limitar gravemente nuestros derechos.  

Estos siete componentes configuran un entorno totalitario en donde se busca dominar la conciencia de los venezolanos y se afecta profundamente nuestra condición humana. Por tal motivo, no sorprende que los síntomas que enumeró Valdés a propósito del caso cubano nos resulten familiares. Para efectos de este artículo me detendré brevemente en tres aspectos que he identificado -y experimentado- en la cotidianidad venezolana y considero prioritarios porque pueden afectar nuestras capacidades de lucha democrática interna. No es una descripción exhaustiva. Es un punto de partida que busca animar la reflexión personal y a futuros análisis. 

  1. Miedo, desconfianza y paranoia: Svetlana Aleksievich explica en El fin del homo sovieticus por qué los soviéticos se acostumbraron a hablar de temas políticos en la cocina. Consideraban que ese era el lugar más seguro. Estaba lejos de los teléfonos -se creía que cada auricular tenía un micrófono- y aislado de los vecinos. Ha pasado el tiempo, la URSS se disolvió…. y los rusos siguen conversando enfrente de los fogones. El miedo, la desconfianza y la paranoia configuran cultura, actitudes y modos de socialización. Estos tres componentes han avanzado en el país como barreras humanas que obstaculizan la lucha democrática. Un primer estadio de esta realidad es la desaparición de “la política” en los espacios privados. Acudiré a un ejemplo. Hace algunos años -no tantos- era usual que en los grupos de WhatsApp de vecinos, colegios, familias o amigos circularan informaciones políticas que daban pie a debates internos y promovían la lucha democrática. Poco a poco esto ha desaparecido. De hecho, ahora rara vez ocurre. No solo predomina el silencio, sino que en algunos casos se ha pedido que no circulen informaciones políticas ni se expongan opiniones de este tipo. Percibo que junto al natural hastío y al cansancio después de tantos años de lucha, hay miedo. Expresiones como “no se sabe quién está en el chat” o “puede haber un patriota cooperante” comienzan a asentarse en nuestra cabeza. La desaparición de la política tiene consecuencias. Por un lado, se vacía el espacio público. Se invisibiliza la lucha democrática y se genera una sensación de desierto ciudadano en el cual quienes sufrimos nos comenzamos a reconocer solos e incapaces de salir de la tragedia. Por otro lado, nos privamos de la experiencia de debatir nuestras ideas, de escuchar al otro, de diferir sin miedo, de reconocer lo bueno que hay en quien piensa distinto, de la importancia de construir consensos. Al erradicar la política del espacio público y privado clausuramos la escuela de ciudadanía que se construye en la cotidianidad. En resumen: nos encerramos en nosotros mismos y nos hacemos menos humanos. 
  1. Bloqueo de la vida política: En Venezuela se han configurado obstáculos materiales y humanos para el desarrollo de la vida política. Por obstáculos materiales me refiero a limitaciones de orden económico. La pobreza puede ensimismarnos, restringir nuestra dimensión social y limitar el tiempo que destinamos a lo público. La política, en este entorno de miseria, se debe transformar en un ejercicio profundamente humano que saque del abismo del dolor a quienes padecen la asfixia de la necesidad. No es tarea sencilla. Es exigente… Y por obstáculos humanos me refiero a la dificultad de construir representación política real. El concepto de representación es quizás uno de los términos más complejos de la filosofía política. ¿Qué hace que algunos se identifiquen con otra persona y la acompañen en propósitos concretos? La incapacidad para crear representación es una terrible lesión que afecta las condiciones predemocráticas. Estudios muestran que aquellas sociedades que han logrado avanzar hacia la democracia sin partidos políticos fuertes y/o sociedad civil robusta, han tendido al fracaso. El entorno totalitario que se ha configurado en el país ha levantado barreras que dificultan el ejercicio de la política. 
  1. Falta de proyecto de vida. Quizás una de las peores mortificaciones humanas es la carencia de perspectiva de futuro. Percibir que un poder superior tiene la capacidad de amputar arbitrariamente las posibilidades de crecimiento personal y social puede ser devastador. Veinte años de chavismo han llevado al país al colapso. El sistema educativo -en todos sus niveles- está destruido y el entorno ofrece escasas posibilidades. A muchos nos puede resultar difícil ver el futuro con ilusión. Esta situación nos puede llevar a vivir radicalmente un presente sin mayores satisfacciones. La mutilación del futuro tiene consecuencias personales y sociales. En lo individual, se desarrollan personalidades con graves limitaciones para gestionar la libertad con responsabilidad. Quien no ha sido libre, difícilmente sabrá ser responsable. Y en lo social, se configura un entorno marcado por “el sálvese quien pueda”. La “falta de proyecto de vida” es caldo de cultivo para la fragmentación de los esfuerzos y es un rasgo individual que impacta duramente la capacidad de crear planes y visiones comunes. 

Desafíos para la transformación democrática

En los apartados anteriores expuse el concepto de daño antropológico, ofrecí una aproximación a la naturaleza autocrática de la revolución chavista y precisé tres ideas que buscan abrir puertas a la reflexión. En esta sección final me detendré en dos propuestas que buscan aliviar los síntomas del daño antropológico que puedo advertir en la realidad de nuestro país: Construir espacios de ciudadanía y reivindicar la política. 

  1. Construir espacios de ciudadanía: La revolución chavista ha creado un entorno que obstaculiza el ejercicio de nuestra ciudadanía. El miedo, la desconfianza, paranoia y la miseria material pueden limitar nuestra dimensión social, afectando las capacidades de lucha y las condiciones predemocráticas. Mi mayor preocupación frente a esta realidad es su impacto cultural. Me pregunto cómo afectará esta mutilación a nuestra cultura política y a nuestros modos de socialización. Junto a esta interrogante identifico distintos tipos de alivio: aquellos que podemos ofrecer mientras la revolución está en el poder y los que deberemos desarrollar una vez que avancemos en un proceso real de democratización. En este apartado me referiré a los primeros. La construcción de espacios de ciudadanía puede ayudar a resistir el avance totalitario en el mundo interior de las personas y aliviar sus síntomas inmediatos. Entiendo por “espacios de ciudadanía” aquellas instancias que ofrezcan herramientas, conocimiento e intercambio que permitan experimentar el ejercicio de los valores democráticos. En tal sentido, los contenidos deben ir orientados al fortalecimiento del sentido de la lucha democrática y de las virtudes humanas que permiten resistir las hostilidades del entorno. En concreto, estos espacios son partidos políticos, universidades, sindicatos, gremios y organizaciones no gubernamentales, entre otros. 
  1. Reivindicar la política: El chavismo llegó al poder como consecuencia del grave proceso de erosión democrática que sufrió nuestro sistema político a finales del S.XX. Si analizáramos el ascenso de la revolución chavista con la perspectiva política e intelectual de hoy podríamos decir que Hugo Chávez lideró el primer populismo no democrático del S.XXI. La antipolítica allanó terreno a la revolución. En tal sentido, la recuperación de la democracia debe pasar necesariamente por un proceso de “reivindicación” de la política. Entiendo por “reivindicación” al reclamo como propio de la realización o de la autoría de una acción determinada. Considero que la política -entendida como una tarea conjunta y comunitaria-, apalancada en el testimonio honesto y en el trabajo sostenido, debe asumir la tarea de liberar y sanar al país. En este sentido, nuestra realidad nos exige asumir la entrega a lo público con especial generosidad: 

Esto nos ayuda a reconocer que no siempre se trata de lograr grandes éxitos, que a veces no son posibles. En la actividad política hay que recordar que más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida (…) Más allá de esto, quien ama y ha dejado de entender la política como una mera búsqueda de poder tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna generosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

es_ESSpanish