Venezuela: entre aprendizajes autoritarios y democráticos
Elsa Cardozo
Si las ideas democráticas pueden difundirse y las personas pueden “aprender” tácticas para superar regímenes auto-
ritarios, entonces ¿por qué los regímenes autoritarios no pueden reciprocar y aprender cómo enfrentar exitosamente las demandas democráticas?¹
Ya no nos resulta extraño buscar y encontrar rasgos comunes –sea que muchos o algunos– entre el régimen político venezolano y los de países tan diversos como Cuba, Nicaragua, Rusia y hasta China o Irán, entre muchos otros. Lo que resulta interesante no es solo identificar las características de políticas específicas o de ciertos principios organizativos que en su diversidad les son comunes; tanto o más lo es mirarlos desde la perspectiva de los aprendizajes que han cultivado y compartido, y les han permitido prevalecer.
Teniendo como marco general de referencia dos artículos previos², estas páginas se centran en la exploración los rasgos de resiliencia autoritaria del régimen venezolano que pueden ser analizados como resultado de aprendizajes, no solo de la experiencia nacional sino, especialmente, de otras experiencias e incidencias internacionales. Una vez caracterizado el entorno y los enfoques conceptuales sobre el aprendizaje autocrático, serán identificados y caracterizados repertorios aprendidos para, finalmente, explorar desde allí algunos desafíos para el aprendizaje democratico.
1. Revoluciones, primaveras y mareas: más allá de lo coincidente
En las dos primeras décadas del siglo XXI se multiplicaron los procesos políticos en los que mandatarios elegidos en condiciones democráticas o prometedoras de democratización se convirtieron en su ejercicio del poder en agentes de autocratización, como en el caso de Venezuela, tan referido en los medios de comunicación y estudiado en la literatura académica. Esos regímenes proliferaron en medio de una sostenida regresión global de las democracias, desarrollando un repertorio de estrategias –entre ajustes de objetivos, manejo de recursos y atención a relaciones críticas– para responder a presiones, advertencias e incentivos persuasivos pro democráticos, nacionales e internacionales. Así fueron fortaleciendo su capacidad de resistencia y desarrollando estrategias de consolidación. La evolución reciente de los estudios sobre lo que internacionalmente caracteriza y sostiene a los autoritarismos contemporáneos puede ser considerada, por una parte, desde lo que tienen en común con los enfoques sobre la dimensión internacional de los procesos de democratización y su inicio, fortalecimiento y consolidación en diferentes momentos; pero, por la otra, es fundamental hacerlo desde lo que es específico y no hace equiparable a la promoción de la democracia con el patrocinio autoritario³.
Las investigaciones sobre el impacto de lo exterior en los procesos de democratización comenzaron por considerarlo de poca importancia y siempre mediado por los actores nacionales, para luego trabajarlo como influencia directa y decisiva del entorno y, finalmente, como procesos complejos de incidencia democrática a través de iniciativas en las que se conjugan intereses internos y externos. El análisis de la ola de autocratización que fue extendiéndose en la posguerra fría incorpora cada vez con mayor refinamiento el papel de los actores nacionales en cuanto a sus conexiones internacionales, el entorno de recesión democrática y la incidencia más o menos visible de los autoritarismos en su afán de protegerse y fortalecerse mediante el desarrollo de afinidades y apoyos internacionales. Ahora bien, en lo que le es específico, la persistencia de los autoritarismos ha supuesto también el aprendizaje defensivo, a partir de las experiencias de avances democratizadores que han desplazado a gobiernos autocráticos, y el aprendizaje ofensivo, a partir de la contención y represión de opositores democráticos, de la erosión de prácticas e instituciones democráticas, internas y externas, y de fortalecimiento de su control del poder. Si para lo primero han sido muy citados los aprendizajes a partir de las llamadas “Revoluciones de colores”, para lo segundo lo ha sido la “Primavera árabe”. Por su parte la llamada “Marea rosa” latinoamericana, entre la primera década y comienzos de la segunda de este siglo, conjuga en su peculiaridad las dos facetas y otorga un papel central a Venezuela en ambas.
Conviene detenerse en estos tres conjuntos u oleadas de eventos que, precisamente, han estado inspirando estudios y refinamientos metodológicos sobre los aprendizajes autocráticos desde comienzos del siglo XXI.
Las llamadas Revoluciones de Colores, que se desarrollaron entre 2000 y 2010 en la periferia de Rusia –entre Europa del este, Asia Central y el Cáucaso–⁴ balance. Fueron exitosas las revoluciones del Bulldozer en Serbia (2000) con el movimiento Otpor; la Rosa en Georgia (2003) con el Kamara; la Naranja con el Pora en Ucrania (2004) y la de los Tulipanes con el Kelkel en Kirguistán (2005). En cambio fracasaron los movimientos de Armenia, Moldavia y Uzbekistán, así como el Yox de Azerbaiyán y el Zubr de Bielorrusia. En los que lograron cambios políticos significativos, las acciones internas contaron con apoyos externos que merecen comentarios desde el tema de los aprendizajes: entre los impulsos a la difusión democrática y las respuestas desde los intereses en la preservación autoritaria alentada por Rusia. En efecto, la injerencia occidental fue argumentada desde Moscú para negar las razones propiamente nacionales del encadenamiento de protestas en los espacios ex comunistas, que tuvieron en común el reclamo doméstico de cumplimiento de las reglas constitucionales. Por una parte, lo internacional se manifestó en la influencia occidental mediante la difusión de cultura, valores y estilos de vida así como con redes institucionales, tejidas estas últimas a través de fundaciones con programas dotados de financiamiento. Por otra parte, la conjunción de lo externo con lo interno estuvo presente en las condiciones del entorno que alentaron las diferentes revoluciones⁵: estados cuyo desempeño era percibido por las elites y la población en general como ineficiente e injusto, a lo que se sumó el desarrollo de elecciones fraudulentas en torno a las que cristalizaron las protestas; resistencia de parte de las elites a apoyar al régimen prefiriendo buscar alternativas para resolver la crisis política; dificultades económicas, por deterioro de condiciones de vida o por expectativas de progreso insatisfechas; alianza de una parte de las élites y de la población contra el régimen; aspiraciones de justicia y libertad articuladoras de las acciones contra el gobierno y, finalmente, la influencia externa, que no se manifestó como incidencia directa sino como influencia sociocultural y como modelo -Imagen inspiradora de casi todas las revoluciones, salvo kirguistán- ya no solo del occidente democrático sino de las experiencias de las “revoluciones de terciopelo” o de la “cuarta ola” entre 1989 y 1991⁶
En general, la organización social interior incluyó el papel protagónico de los movimientos sociales y de los jóvenes, las protestas masivas no violentas vinculadas al reclamo de procesos electorales (en la mayoría, frente a procesos electorales fraudulentos) y la exigencia de elecciones libres y justas como vía para la democratización.
El balance posterior no fue el mejor, por la pérdida del poder de los líderes y organizaciones promotores del cambio, por fallas en el desempeño de los gobiernos y, no menos importante, por las razones políticas y de seguridad que movilizaron al régimen ruso. Así, la geopolítica que jugó a favor de estas revoluciones se volvió en contra de regímenes que aparte de sus deficiencias de desempeño interior, no lograron desarrollar un modus vivendi con Moscú o entre Rusia y Europa o en alguna instancia multilateral, ni alianzas efectivas que compensan la capacidad y habilidad que pusieron en movimiento los intereses estratégicos de la potencia vecina, cuya más violenta manifestación habría de ser, años más tarde y sin duda con razones geopolíticas y domésticas muy específicas, la intervención en Ucrania seguida por la anexión de Crimea.
En este proceso, los estudios sobre aprendizaje autoritario se han detenido a conjeturar sobre los aprendizajes en la secuencia de las revoluciones a partir de las similitudes de su desarrollo y organización. Especial atención han merecido los del régimen
ruso, para sí y difundidos a sus regímenes aliados⁷ . Esos aprendizajes se tradujeron en la práctica en medidas restrictivas y represivas contra la sociedad civil independiente y sus organizaciones, así como contra la oposición, sus partidos y militantes; en limitaciones a las libertades y transparencia de las competencias electorales y bloqueos a la presencia de observadores electorales internacionales independientes. Esto fue acompañado por la deslegitimación de los argumentos y posiciones sostenidos en las revoluciones de colores y en las manifestaciones y organizaciones prodemocráticas. Fueron organizadas manifestaciones pro gubernamentales para contrarrestar las protestas opositoras, así como ofrecido el apoyo político, diplomático y práctico a los aliados internacionales autocráticos, y se hicieron frecuentes las referencias a la amenazas a la seguridad de “revoluciones de colores” instigadas desde occidente, con utilización intensiva de medios de comunicación y plataformas de difusión bajo control del gobierno⁸.
Alrededor de una década después, entre 2010 y 2012, se produjo la sucesión de protestas en 16 países del norte de África y el Medio Oriente conocida como la Primavera Árabe. Salvo por el caso de Túnez, estuvo plagada de fracasos y conflictividad sostenida: desde el golpe militar que derrocó a Hosni Mubarak en Egipto, el breve mandato electoral del gobierno de los Hermanos Musulmanes y la estabilización del régimen militarizado que lo derrocó, hasta las prolongadas conflagraciones civiles y guerras en Libia, antes y después del derrocamiento de Muamar el Gadafi, y en siria alrededor del sostenimiento del régimen de Bashar al Assad⁹. Los procesos electorales jugaron papeles muy diferentes en las estabilizaciones de Túnez y Egipto. En Túnez, donde comenzó la secuencia de protestas, los problemas económicos, políticos y religiosos que siguieron a la renuncia del presidente Zine El Abidine Ben Ali, dos elecciones libres y cambios constitucionales, se fueron resolviendo por vías institucionales, si bien no exentas de fragilidad, en ello incidió la continuidad de acuerdos de asociación con la Unión Europea y la participación como observador en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, como incentivos externos a la estabilidad política y económica este país. En cambio en Egipto el general Abdel Fatah al Sisi , tras derrocar al gobierno democráticamente elegido de Mohamed Morsi, legitimó su poder electoralmente en 2013 y en marzo de 2018 fue vuelto a elegir, aunque en otro un turbio proceso, protestado por la oposición, con baja participación pero sin respuesta democrática internacional significativa.
La rápida extensión de las protestas desde Marruecos hasta Bahrein ha sido generalmente analizada desde la consideración de lo común en las condiciones económicas y sociopolíticas, y desde el enfoque del contagio entre sociedades facilitado por la rápida difusión de ideas, discursos y prácticas, que se fueron adaptando y adoptando de modos que exhiben notables similitudes. Menos estudiado ha sido que mientras que en la secuencia y el repertorio de las protestas y demandas de cambios sociopolíticos se manifestaba la difusión o contagio democrático, en los gobiernos se desarrollaba un repertorio de respuestas que se convirtieron en aprendizajes para los países en los que las protestas se desplegaron más tarde: estos fueron ajustando sus recursos y medios a la dinámica de las protestas y la dirección de las tendencias regionales e internacionales¹⁰.
Del repertorio autoritario difundido entonces han sido destacadas las siguientes orientaciones y medidas¹¹: prevenir divisiones internas en el régimen, especialmente en el sector militar; encomendar la represión a fuerzas probadamente leales y mejorar las condiciones económicas a actores militares clave; desarrollar y difundir mensajes orientados a afectar los cálculos estratégicos de los ciudadanos que participaran en protestas para aumentar sus temores, advirtiendo de los costos y riesgos personales a la vez que de consecuencias negativas –violencia, desórdenes, destrucción económica– de desplazar al gobierno; estrategias en los ámbitos de la diplomacia y la seguridad internacional dando apoyo a actores contrarrevolucionarios y disuadiendo la expresión de críticas y medidas punitivas de los adversarios externos; seguimiento del destino de sus contrapartes regionales derrocadas para evaluar la probabilidad de negociar una estrategia de salida que, en última instancia, ofreciera amnistías y la retención así fuera parcial de los activos acumulados. A ello se sumó la convergencia de los regímenes regionales afines -lograda hacia marzo de 2011- en torno a medidas para aumentar su probabilidad de permanencia reconociendo el peso de actores cercanos clave (Arabia Saudita e Irán) en los desiguales resultados de las protestas en Siria y Bahrein; el aprovechamiento de la resistencia de Estados Unidos a intervenir y, particularmente después de la experiencia en Libia, los frenos a la actuación de los miembros de la OTAN, las potencias y el Consejo de Seguridad; el encuadre (framing) discursivo sobre las protestas como generadoras de caos (Fitna); los cálculos estratégicos en el uso de la represión para mantenerla dentro de umbrales que no aumentaran los costos internacionales de reprimir y, finalmente, el análisis de la posibilidad de desarrollar estrategias de salida aceptables, que fue perdiendo interés después de las medidas contra los líderes desplazados o por desplazar.
Añádase ahora, para ir precisando el enfoque del aprendizaje autoritario y acercarlo al caso venezolano, que en la heterogénea “marea rosa” latinoamericana se encuentran elementos de difusión. Esa marea, de diversos tonos rojizos según el grado de antiliberalismo político y estatización económica, se fue mostrando con las elecciones sucesivas de Hugo Chávez (1999), Alberto Kirchner (2003), Evo Morales y Manuel Zelaya (2006), y Daniel Ortega (2007); en otra escala Luiz I. Lula da Silva (2003) Fernando Lugo (2008) y Rafael Correa (2009), así como en tonos más claros Tabaré Vásquez (2005), Mauricio Funes (2009) y Ollanta Humala (2011); fuera de la marea, apenas con pragmática relación con ella, Michele Bachelet (2009).
Ahora bien, deben anotarse al menos tres rasgos contrastantes de este conjunto –que por heterogeneidad y duración no se configuró ni consolidó como «ola» – en relaciones con las condiciones de los aprendizajes autoritarios a partir de las secuencias de la periferia rusa y en el norte de áfrica y el medio oriente. El primero es que en Latinoamérica se trató de procesos políticos cuyo punto de partida era de crítica al desempeño de la democracia, en un balance desigual entre el reclamo de eficiencia y el de refundación de su legitimidad, ubicándose el gobierno de Hugo Chavez cada vez más abiertamente en el extremo del desconocimiento de la legitimidad y de abandono nacional e internacional de principios, acuerdos y compromisos democráticos fundamentales. Es más, asumió activamente la tarea de alentar internacionalmente su debilitamiento y abandono. El segundo rasgo diferenciador es la cercanía geográfica a una potencia democrática y a países en los que la democracia – al menos en cuanto a la posibilidad de alternabilidad y los contrapesos legislativos – fue demostrando su resiliencia: así fue desde 2013 en Paraguay, Argentina, Brasil, Perú, El salvador, Ecuador y Bolivia. El tercero y fundamental, que ha sido en realidad el primero y gran proceso de aprendizaje de los países en los que se fue haciendo más extremo el abandono de principios y prácticas democráticas, fue promover lo protagónico y participativo –en elecciones y consultas– pero restringiendo cada vez más el y pluralismo, la legitimidad democrática de ejercicio del poder y degradando a fin de cuentas el propio momento electoral, como en los casos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
En Venezuela se han hecho cada vez más visibles los aprendizajes para el mantenimiento y consolidación de un régimen autoritario cada vez más cerrado. En efecto, es bien conocido el recorrido en el que desde la llegada de Hugo Chávez al poder se fueron perfilando propósitos, estrategias y políticas que alejaron Venezuela de actores y compromisos democráticos y la acercaron a alianzas y vínculos estratégicos no solo diversamente desafiantes del orden liberal internacional, sino legitimadores del autoritarismo en sus versiones más extremas, al paso de la autocritizacion nacional. nacional. En esa secuencia, en medio de crecientes presiones nacionales e internacionales por la restauración de la democracia, se produjeron aprendizajes de estrategias y políticas para superar presiones y recuperar sostenibilidad. Tales aprendizajes provinieron de experiencias propias, antes y durante los gobiernos de Chávez y Maduro, y de repertorios ajenos, siendo que entre estos últimos fue expresamente invitado y admitido el asesoramiento del régimen cubano: influencia fundamental, pero no la única escuela como sugieren los aprendizajes esbozados a partir de las Revoluciones de colores y la Primavera árabe. Antes de explorar los aprendizajes autocráticos en el caso venezolano, con especial referencia a Cuba, conviene introducir algunas precisiones sobre este acercamiento, con sus limitaciones y posibilidades.
2. Aprendizajes y repertorios autocráticos: Venezuela
Los tres conjuntos de casos introducidos en el aparte anterior ofrecen ejemplos relevantes para aproximarse a la cuestión del aprendizaje en general y al caso venezolano que, como se señalaba al comienzo, incorpora tanto aprendizajes útiles ante presiones democratizadoras, como su complemento en aprendizajes para alentar un entorno internacional favorable a la permanencia autoritaria. También, y de la mayor importancia, ofrece referencias útiles para evaluar los aprendizajes democráticos y ajustar sus repertorios.
Imitación, adaptación e innovación de repertorios
La innovación exitosa en estrategias y políticas en un estado¹² suele alentar su adopción en otros estados o en otro momento dentro del mismo estado¹³ y el aprendizaje se refiere a la emulación o adaptación de innovaciones en ideas, métodos y soluciones políticas sobre la base de legitimidad que se les confiere o de la eficacia que se les atribuye; usualmente algo de ambas en diferentes proporciones. Luego está el tema de cómo se aprende nacionalmente, de los éxitos y fracasos propios, e internacionalmente de aquello que se cree conveniente emular o evitar y aquello ante lo cual hay que innovar o adaptarse¹⁴. No es de menor interés y relevancia, la consideración de los promotores y portadores de las ideas y estrategias, sea que personas, grupos u organizaciones más o menos institucionalizadas, a través de vínculos e influencia sobre líderes y gobiernos.
Entre los llamados medios o mecanismos que contribuyen al aprendizaje autocrático internacional han sido incluidos la difusión o efecto de contagio o imitación; la colaboración con las élites en el estado que la recibe; la presión a través de incentivos negativos y positivos que sobre las élites ejerce el estado interesado en que medidas de apoyo o consolidación autoritaria sean adoptadas¹⁵ de contagio a través de la consideración de las interacciones, los vínculos (linkages) con actores autoritarios que tienen la capacidad de incidencia (leverage)¹⁶. Como refinamiento de la noción de depresión, se ha incluido la utilización por parte de esos actores autoritarios de recursos de poder blando (soft power) que en su versión cada vez más característicamente autoritaria, se ha reconsiderado como poder cortante o penetrante (sharp power)¹⁷, suerte de “caja de herramientas antidemocráticas”¹⁸ o “menú de manipulación”¹⁹ que contiene políticas y prácticas orientadas a debilitar y desplazar instituciones y prácticas democráticas. En suma, el aprendizaje, que es una de las formas de difusión de políticas y herramientas o repertorios autoritarios y la que interesa fundamentalmente a estas páginas, puede incorporar en su desarrollo de emulación y adaptación a todos o algunos de estos medios²⁰.
Lo más importante es que al final son adoptadas estrategias y tácticas para resistir e imponerse, aprendidos para sostener al régimen, defenderlo y fortalecerlo. Investigarlo en el caso de Venezuela, que este ensayo invita a explorar, es una tarea de escala mayor por al menos dos razones. En primer lugar, porque han sido muchas las influencias autoritarias que pudieron inspirar – a veces de modo explícito pero operativamente con extrema opacidad – políticas y respuestas ante situaciones críticas para el sostenimiento del régimen, situaciones que requerirían un detallado análisis del discurso gubernamental y de sus contrapartes internacionales más influyentes de diferentes momentos²¹ . Apenas ejemplos de ello son la insistencia en acercamientos, aperturas incondicionales y expresiones de afinidad de políticas y orientaciones con regímenes autoritarios cercanos y lejanos, geográfica y culturalmente, así como lo han sido las alabanzas a sus métodos de gobierno, también las invitaciones a asesores: su estudio supone analizar formulaciones de políticas pero también documentar vínculos para precisar lo materializado en acuerdos, decisiones y prácticas. En segundo lugar, porque han abundado los momentos críticos, cada uno de los cuales amerita estudios en profundidad sobre las manifestaciones de identificación con las políticas u orientaciones de individualidades, organizaciones o gobiernos afines, a la vez que sobre su efectiva adopción.
Lo aprendido: qué y de quiénes
Como aproximación a lo aprendido puede hacerse un recorrido exploratorio por algunos momentos críticos para el régimen implantado en Venezuela y buscar en ellos las manifestaciones de identificación con repertorios de resiliencia utilizados por regímenes autoritarios en relación con un conjunto de variables críticas, en el tránsito de la hibridez de los autoritarismos electorales hacia autoritarismos hegemónicos y cerrados. Respetables índices internacionales que han registrado ese tránsito en el caso venezolano incluyen entre sus criterios evaluaciones sobre integridad de procesos electorales, separación de poderes, desempeño gubernamental, garantía de libertades civiles y políticas, pluralismo y participación. En estos aspectos, los ya esbozados repertorios contra los movimientos opositores de las Revoluciones de colores y la Primavera árabe, que nos resultan bastante familiares a los venezolanos, fueron generadores de know how autoritario en tiempos en los que el entorno internacional y las condiciones nacionales favorecen la difusión democrática. Sea que por analizados a la distancia de esos eventos o por los vínculos que se desarrollaron y se mantienen con los gobiernos de Rusia e Irán²² ha hecho particularmente relevante desde que aumentó la presión nacional e internacional a través de sanciones, medida que afecta en diferente medida a los tres países y los ha hecho cada vez más desafiantes frente a Estados Unidos.
Para trazar una panorámica general de aprendizajes, dentro de los límites de lo aquí abarcable ya señalados, pueden resumirse algunos de los aprendizajes acumulados en torno a cuatro momentos o circunstancias críticas para el régimen y para la causa democrática de Venezuela.
Políticas como las recién citadas son ilustrativas de la acumulación de aprendizajes en un entorno de recesión democrática en el que, pese a la reducción de margen geopolítico de maniobra respecto a la primera década del siglo, el autoritarismo venezolano ha mantenido una red de = vínculos (linkages) e influencias (leverage) autoritarias a partir de los cuales ha emulado y ajustado políticas como las antes esbozadas en materias tan importantes como el estado de derecho y la separación de poderes, el plura-
lismo, la integridad electoral, el sistema de partidos y la sociedad civil, la protección de los derechos humanos y de la libertad de expresión.
Dentro de las complejidades que conviene volver a recordar sobre la determinación de las fuentes y modalidades vínculos e
incidencia favorecedores de la autocratización y la preservación del régimen venezolano, la secuencia de acumulación de aprendizajes puede asociarse a ciertas relaciones, en las que las afinidades personales de Chávez fueron tan diversas como sustantivamente difíciles de documentar²⁵, al igual que su selección de asesores en materia economica y estrategica, o sus afinidades con el Foro de Sao Paulo. Determinar que y cuanto de lo conocido y lo aconsejado fue asimilado al repertorio de la llamada revolucion bolivariana excede los propósitos de este ensayo, pero sí es posible aproximar la secuencia de aprendizajes vinculándola especialmente a las relaciones con Cuba.
Desde el primer momento, sin duda, se encuentra el fortalecimiento entre 2002 y 2004 de la alianza formalizada con Cuba en 2000 – significativamente importante en la definicion de los terminos de la sucesion de Chavez y para la orientacion de la gestion de Maduro– y la ampliación de los términos de la cooperación que fue avanzando y penetrando sectores estratégicos. La evolución de la cercanía entre los dos regímenes ha sido presentada en tres fases en las que se combinaron los aprendizajes del régimen venezolano con los del cubano, sobre el terreno de Venezuela²⁶.
Poco despues de la llegada de Chavez al poder, con el antecedente de su visita a Cuba en 1994 y su expresa admiración por la revolución cubana, sobre la que dijo que debía ser emulada, y por Fidel Castro, que se convertiría en presencia cercana y suerte de mentor, se produjo un acuerdo de cooperación energética y en otros ámbitos que habría de alcanzar amplitud y opacidad sin precedentes. En 2002, tras el golpe de estado que desplazó por poco más de un día a Chávez del poder, el apoyo y los consejos de Castro alentaron un mayor acercamiento y la cooperación en inteligencia, así como para el impulso de una estrategia que permitiera superar la crisis política, entre el proceso de negociaciones con facilitación internacional, el desarrollo de programas sociales con asesoramiento y presencia cubana, y las medidas para retrasar la realización del referendo revocatorio del mandato presidencial hasta 2004. A finales de este año – Al celebrar una decada del encuentro de 1994 – Castro y Chavez firmaron en la habana un acuerdo de coooperacion mas amplio y fundaron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra America (ALBA) como alianza de afinidades ideologicas que al año siguiente se complementaria con los acuerdos de facilidades petroleras, financiado por Venezuela, util para ganar apoyos y votos sin necesidad de afinidades ideologicas en el entorno caribeño. Entre 2004 y 2013, la influencia de Cuba y las oportunidades para el aprendizaje y su aplicación aumentaron notablemente a medida que aumentaba el desafío a Estados Unidos, se avanzaba en la estatización de la economía, la politización de la Fuerza Armada y el asesoramiento y presencia cubana en los ámbitos de inteligencia, comunicaciones, entrenamiento y planificacion en seguridad. Pese a la sucesion de Fidel Castro por su hermano Raul, la muerte de Chavez y las limitaciones financieras de Venezuela desde 2013 para mantener los niveles previos del apoyo económico a Cuba, la llegada de Nicolás Maduro al poder no disminuyó la dependencia mutua. Del lado venezolano se hizo sentir con intensidad en la utilización de violencia en escalas hasta entonces desconocidas en Venezuela, para sofocar las protestas a partir de 2014; en la concentración de actividades económicas en manos militares y en la degradación de procesos electorales para desvirtuar el valor del voto y el derecho a elegir. Esto se puso de manifiesto tanto en la convocatoria y eleccion de una incostitucional Asamblea Constituyente como en la presidencial de mayo de 2018. Internacionalmente, el alejamiento de la OEA, la descalificacion y abandono de instancias de escrutinio y evaluación en derechos humanos, la búsqueda de apoyos en potencias autoritarias y de tolerancia a los desplantes a la institucionalidad internacional son, cuando menos, similitudes entre las políticas externas de los dos países. En este ámbito, sin embargo, hay una enorme diferencia respecto al manejo institucional profesional de la diplomacia cubana y su capacidad para conjugar desafío con negociación.
Ahora bien, a esa alianza se sumaron desde los primeros años los acercamientos a movimientos y foros regionales afines, a actores internacionales autoritarios y desafiantes del orden liberal internacional en el Medio Oriente y Africa, siempre prestos a descalificar las instituciones y practicas propias de la democracia representativa y a aplaudir cualquier iniciativa que atentara contra ella –e incluso contra las garantías de los derechos humanos– en nombre de la justicia social o el resentimiento político.
En sus diferentes fases, las relaciones con Rusia, Irán y China –con las variantes importantes derivadas de sus prioridades y estrategias internacionales– han sido también portadoras de aprendizajes y de recursos para materializarlos. Han alentado cambios de doctrina, estrategias y equipos para la seguridad pública y la represión de protestas, de uso de propaganda y medios de comunicación bajo control estatal, de difusión y manipulación de información, en redes y por medio de agencias informativas vinculadas a los aliados, en desafío no solo a potencias democráticas sino a principios, normas e instituciones del derecho internacional. También han sido importantes para la estrategia de evasión de sanciones y la instrumentalización autoritaria de discusiones y propuestas en foros internacionales.
Ha habido otras fuentes de aprendizaje, de aun más complejo estudio pero de ineludible mención, como las derivadas de relaciones e influencias que se han cultivado en lo ilicito, criminal y subversivo, vinculados todos a la corrupción en su más amplio sentido: desde el aliento y participación en la apropiación de bienes públicos y provenientes de actividades ilícitas hasta la aceptación de esas actividades y administración de impunidades. No en vano la corrupcion, y no solo la ineficiencia, es parte de caracteristica y apredizaje facilmente compartido entre regimenes en los que desaparece la separacion de poderes y se concentran todos en pocas personas.
Tras esta sucinta exploración, es ineludible preguntarse por la calidad de los aprendizajes autocráticos como fuentes de resilencia. Esa calidad se refiere tanto a su legitimidad como a su eficiencia²⁷. Sobre lo primero, por lo hasta aquí argumentado, la lista de aprendizajes autoritarios y sus manifestaciones extremas han hecho del régimen venezolano un antimodelo y, en otro sentido de la legitimidad, el de la aceptación, ha obedecido fundamentalmente a razones de cálculo político y geopolítico, nacional e internacionalmente, de modo que la conveniencia ha desplazado a las convicciones. Sobre la efectividad, depende de como se la mida: si por su eficacia para que el regimen se haya mantenido por dos decadas o si por la ineficiencia en su balance de costos y riesgos acumulados, que se proyectan como vulnerabilidades dentro y fuera del país, a la vez que como fuentes de inestabilidad para el régimen. En suma, el modelo venezolano ha dejado de ser objeto de imitación y los aprendizajes autoritarios –junto al entorno, las relaciones e influencias en medio de las que se han desarrollado- no han logrado sofocar ni ocultar que la resistencia democrática doméstica e internacional se ha mantenido. Esa otra resiliencia, aun en tiempos de recesión democrática, sugiere tanto la permanencia de aprendizajes democráticos como la preocupación por la necesidad de su innovación y difusión.
3. Finalmente: los desafíos del reaprendizaje democrático
Si al comienzo de este ensayo se asomaba como reto el estudio de los aprendizajes que contribuyen a la difusión y resiliencia de los autoritarismos, tras su caracterización general es pertinente pensar en lo que el balance de esos aprendizajes significa como desafio a la causa democratica venezolana.
Valga para ello volver al tema de la efectividad y la legitimidad de los aprendizajes autocráticos, en tiempos en los que en ambas dimensiones el régimen venezolano se ha convertido en rémora, pero con el riesgo de que la urgencia de soluciones efectivas aliente una transición hacia alguna otra modalidad autoritariany se le otorgue legitimidad, no solo nacional, sino internacional²⁸. De modo que el primer reto democrático está en diagnosticar bien el momento y los repertorios del gobierno, teniendo en cuenta los riesgos de alejarse de la racionalidad a los que induce el estrés extremo en medio de una situación tan crítica en tantos sentidos como la venezolana²⁹.
Resumiendo el argumento de estas páginas a lo esencial, los retos del aprendizaje democratico se refieren no solo a una coleccion de repertorios o una caja de herramientas sino a las orientaciones mismas hacia las relaciones y la institucionalidad interior y exterior. Esto toca a toda la población, pero en ello tienen un papel principalísimo las élites dirigentes con responsabilidades de representación y control, administración y decisión.
En términos humanos y humanitarios, parte fundamental del reto inicial de aprendizaje democrático es recuperar y fortalecer la valoracion y eficacia de los medios ciudadanos e institucionales, nacionales e internacionales, de proteccion integral de los derechos humanos, asumiendo la situación de precariedad extrema que padece Venezuela.
Visto desde la necesidad de recuperación nacional del estado de derecho y la democracia, el aprecio de los venezolanos por el derecho al voto que siguen arrojando las encuestas es terreno fértil para la valoración de su defensa y demanda de la reinstitucionalización necesaria. El respeto por el momento electoral, tan depreciado por el autoritarismo, es parte esencial de lo que debe seguirse valorando y defendiendo, comenzando por la posibilidad real de alternancia. La vigilancia sobre el ejercicio del gobierno que debe estar sujeto a los controles y contrapesos institucionales, con plena garantía de los derechos políticos, se ha abierto espacio aún en medio de las fuertes regulaciones y medidas de amedrentamiento y represión, pero que hay que convertir en conciencia ciudadana de exigencia institucionalizada de rendición de cuentas. Llevado al plano internacional, a los tradicionales aprendizajes democráticos de orden nacional se han ido sumando, aunque será necesario añadir más, esfuerzos de escrutinio, evaluación, recomendaciones, solidaridad y seguimiento en materias que hacen parte de la protección internacional de la democracia –incluyendo la transparencia y la observación integral de los procesos electorales.
Si la valoración y práctica efectiva del pluralismo son importantes en el trato de una agenda nacional compleja, alimentada autocráticamente con tentaciones para polarizar y fragmentar, algo semejante ocurre internacionalmente. En este otro ámbito, el aprendizaje democrático aconseja, por razones de legitimidad y de eficiencia, evitar hacerse parte de ejercicios de polarizacion y atenerse a valorar vínculos e incidencia armónicos con las orientaciones y aspiraciones, necesidades e intereses de la sociedad venezolana. Para ello es importante recuperar la valoración de principios, normas y prácticas de derecho internacional que regulan las relaciones entre Estados y sustentan la concertación de espacios de coordinación y cooperación que contribuyen a equili- brar y poner límites a las relaciones de poder.
Persisten signos de que, a pesar de los veinte años transcurridos en medio de la cada vez más ruda imposición autoritaria, en Venezuela no solo persisten sino que se han añadido aprendizajes democráticos y, en el exterior, se mantiene el aliento para que se sostengan y fortalezcan en una circunstancia en extremo compleja, en obstáculos y en exigencias. Para hacerlo, no basta con lo ya sabido; está haciéndose necesario innovar: aprendiendo de las experiencias de democratización de otros países, pero reconociendo las especificidades politicas del caso, la gravedad de su drama social y los riesgos de geopolitización autoritaria a los que está expuesto. Todo ello está obligando, pero también alentando, a fortalecer convicciones, diagnosticar necesidades y actualizar los repertorios democráticos.
1 Traducción propia de Stephen Hall, Can authoritarian regimes learn? The cases of Belarus, Kazakhstan, Russia and Ukraine (Tesis, MARES-Russian and East European Studies, University of Birmingham, 2014), 57, disponible en: https://www.researchgate.net/publication/303250628_CAN_AUTHORITARIAN_REGIMES_LEARN_THE_CASES_OF_BELARUS_KAZAKHSTAN_RUSSIA_AND_UKRAINE
2 “Democratización y resiliencia autoritaria: oportunidades del desafío y riesgos de la permisividad,” Democratización 1, no. 3 (2019): 87-115 y “La resiliencia autoritaria y la causa democrática venezolana: Recursos y asimetrías”, Democratización 2, no. 5 (2020): 4-30.
3 Christian von Soest, “Democracy prevention: The international collaboration of authoritarian regimes”, European Journal of Political Research 54 (2015): 623-638. Disponible en: https://ejpr.onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/1475-6765.12100
4 Larry Diamond, “Authoritarian Learning: Lessons from the colored revolutions”, The Brown Journal of World Affairs 12, no. 2, (2006): 215-222, Disponible en: https://www.jstor.org/stable/24590631?seq=1#metadata_info_tab_contents
5 Valery Solovei, “Color Revolutions and Russia”, Democracy in a Russian Mirror, ed. Adam Przeworzki (Cambridge University Press, 2015), 78-94. Disponible en: https://www.cambridge.org/core/services/aop-cambridgecore/content/view/ABEE0CE0F9250BF47F5AB4F516C5F087
6 En pocos meses, entre agosto y diciembre de 1989, se produjeron las caídas sucesivas de los regímenes de Polonia, Hungría, el derrumbe el Muro de Berlin (y al año siguiente el final de la Republica Democratica Alemana con la union a la Alemania Federal), el final de los regimenes comunistas tambien en checoslovaquia, bulgaria y Rumania, segudos por albania en 1990 y por la disolucion de yugoslavia en 1991 tras la muerte de su unificador, Josip Broz Tito
7 Stephen Hall, “Can authoritarian regimes learn? The cases of Belarus, Kazakhstan, Rusia and Ukraine” (Presented for MARES Russian and East European Studies, University of Birmingham, 2014), 78-80.
8 Krisjanis Buss, «Russia stirs Fear of Color Revolutions,» en Democracy Speaks (International Republican Institute Blog, 2019). Disponible en: https://www.democracyspeaks.org/blog/russia-stirs-fear-color-revolutions; Stephen Hall, “Can authoritarian regimes learn? The cases of Belarus, Kazakhstan, Rusia and Ukraine” (Presented for MARES Russian and East European Studies, University of Birmingham, 2014), 81-82
9 Tarek Masoud, Andrew Reynolds, Jason Brownlee, «Tracking the ‘Arab Spring’: Why the Modest Harvest?,” Journal of Democracy 24, no. 4 (2013): 29-44.
10 Steven Heydemann y Reinoud Leenders, “Authoritarian Learning and authoritarian Resilience: Regime Responses to the ‘Arab Awakening’ Globalizations 8, no. 5 (octubre 2011): 647-653.
11 Tomadas de Heydemann y Leenders, 649-650.
12 Cecilia Osorio y Jose M. Vergara, «La difusion de politicas publicas. Estado del arte y contribuciones para la disciplina en América Latina,” Revista de Ciencia Política 54, no. 2 (2016): 235-254. Disponible en: https://revistapolitica.uchile.cl/index.php/RP/article/view/44806/46883
13 Rachel Varderhill, “Learning to Be Bad: How Autocratic Leaders Adopt Strategies from Abroad to Maintain Power” (Annual Meeting of the American Political Science Association, New Orleans, 2012). Disponible en: https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2108791
14 Stephen Hall, Developing the Concept of Authoritarian Learning (Tesis presentada al MRES Politics and Economics of Eastern Europe, 2015). Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/303250392_Developing_the_Concept_of_Authoritarian_Learning#fullTextFileContent
15 Rachel Varderhill, “Learning to Be Bad…” y Promoting Authoritarianism Abroad (Boulder, Lynne Rienner, 2015).
16 Tomando los conceptos que para explicar las estrategias de sostenimiento
de los autoritarismos competitivos introdujeron Steven Levitsky y Lucan
A. Way, “The rise of competitive authoritarianism,” Journal of Democracy, 13, no. 2 (2002): 51-56; Competitive Authoritarianism. Hybrid Regimes After
the Cold War (New York: Cambridge University Press, 2010).
17 Para el poder blando los medios son la diplomacia pública, transmisio-
nes de radio, programas de intercambio, asistencia económica, técnica y militar, asesoramiento, apoyo en situaciones de emergencia, promoción cultural y vinculos con la sociedad civil: Joseph Nye «Soft Power» Foreign Policy, no. 80 (1990): 153-171 y The Future of Power (New York: Public Affairs, 2011). Para el poder penetrante, esos recursos son acompañados por los otros más invasivos y tecnológicamente desarrollados para contribuir al control social y politico.
18 Christopher Walker, “Dealing with the Authoritarian Resurgence”
19 Andreas Schedler, “Elections Without Democracy: The Menu of
Manipulation”, Journal of Democracy 13, no. 2 (2002): 36-50.
20 Cecilia Osorio y Jose M. Vergara, «La difusion de politicas publicas»…
21 Los repertorios resumidos en la sección anterior como aprendizajes de las Revoluciones de colores y la Primavera árabe se han hecho cada vez más familiares a los venezolanos.
22 Vladimir Rovinski, “Russian-Venezuelan Relations at a Crossroads”
(Woodrow Wilson Center, 2019), disponible en: https://www.wilsoncenter.org/sites/default/files/media/documents/publication/russia-with Venezuela in 2019 and Beyond – An Update” (Woodrow Wilson Center, 2019), disponible en: https://www.wilsoncenter.org/sites/default/files/media/uploads/documents/Russia%E2%80%99s%20Continuing%20Engagement%20with%20Venezuela%20in%202019%20Marczak, “Russia’s Intervention in Venezuela: What’s at Stake?” (Atlantic Council Policy Brief, septiembre 2019), disponible en: https://www.atlanticcouncil.org/wp-content/uploads/2019/09/RussiaVenezuela-Policy-Brief.pdf
23 Stephen B. Kaplan y Michael Penfold, “China-Venezuela Economic Relations: Hedging Venezuelan Bets with Chinese Characteristics”(Wilson Center, 2019). Disponible en: https://www.wilsoncenter.org/
24 “Iran’s Place in Venezuelan Foreign Policy”, en Iran in Latin America: Threat or ‘Axis of Annoyance’?, eds. Elodie Brun, Cynthia Arnson, Haleh Esfandiari y Adam Stubits (Wilson Center, 2008), 35-49
25 Apenas como ilustración, las cercanías simultáneas a Norberto Ceresole y la más prolongada a Fidel Castro, pasando por las simpatías por regímenes como los de Gadafi, Al-Assad o Robert Mugabe y las expresiones de simpatía y acercamiento al liderazgo de la guerrilla colombiana –de extremo a extremo del espectro político pero todas antidemocráticas y alentadoras de la vocacion totalitaria- hablan de la apertura a esas influencias y consejos desde muy temprano en el proyecto de gobierno de Chávez.
26 se sigue aqui la periodizacion, muy util a efecto de identificar temas de aprendizaje, de Bryan Fonseca y John Polga-Hecimovich, «Venezuela and Cuba: The Ties that Bind, I. Two Nations, One Revolution: The Evolution of the Contemporary Cuba-Venezuela Relations” (Wilson Center, 2020).
27 Thomas Ambrosio, “Authoritarian Norms in a Changing International System”, Politics and Governance 6, no. 2 (2018): 120-123. Disponible en: https://www.cogitatiopress.com/politicsandgovernance/article/view/1474/1474
28 Stephen Krasner “Learning to Live with Despots. The Limits of Democracy Promotion”, Foreign Affairs (marzo-abril, 2020). Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/2020-02-10/learning-live-despots
29 Kurt Weyland en sus contribuciones al estudio de los aprendizajes en procesos de “contradifusión” ha alertado sobre las limitaciones a la racionalidad que actualiza recientemente en Revolution and Reaction. The diffusion of Authoritarianism in Latin America (Cambridge: Cambridge University
Press, 2019).
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