Un fantasma llamado Gramsci recorre México – Alejandro G. Motta Nicolicchia

Un fantasma llamado Gramsci recorre México – Alejandro G. Motta Nicolicchia

Un fantasma llamado Gramsci recorre México

  Alejandro G. Motta Nicolicchia

La «batalla cultural» de Antonio Gramsci se refiere a su concepto de hegemonía cultural, que es una parte fundamental de su teoría marxista. Gramsci, un filósofo y teórico político italiano, argumentaba que el poder en las sociedades no se ejerce solo a través de las instituciones del Estado o la fuerza económica, sino también a través de la cultura, la educación y los medios de comunicación. Según este referente de la izquierda latinoamericana, la hegemonía cultural ocurre cuando la clase dominante impone sus propias visiones, valores y creencias en la sociedad, estableciéndolas como la norma o el consenso común. Esto hace que sus ideas sean aceptadas ampliamente, incluso por aquellas clases que están en desventaja bajo este sistema. En resumen, la batalla cultural de Gramsci trata de cómo las clases dominantes mantienen el control social no solo a través de medios económicos y políticos, sino también a través del dominio cultural, y cómo las clases subalternas pueden desafiar y transformar este dominio para lograr el cambio social.
En este contexto, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), se adhiere a la lógica gramsciana de la «batalla cultural». Esta es su base de acción política para que su partido permanezca en el poder y se consolide en el largo plazo su Cuarta Transformación. 
Esta pretensión la está materializando a partir de tres vértices. El primero de ellos es la comunicación. Así como Hugo Chávez celebraba cada domingo su programa de televisión Aló Presidente, AMLO preside cada mañana, de lunes a viernes, una conferencia de prensa denominada Las Mañaneras. Durante dos horas diarias, el presidente configura la agenda pública, define la realidad, establece el tono de la conversación. Al principio de su gobierno, en el 2018, todo el periodismo tenía las puertas abiertas. Con el transcurrir de los meses y de los años –como podíamos suponer– la conferencia de prensa se tradujo en un espacio donde pseudo reporteros al servicio de su línea editorial, más que plantear preguntas de trascendencia y cuestionar su gobierno, exponen temas y variables de la realidad que terminan por convertirse en un preámbulo de la postura oficial. Así, Las Mañaneras, como lo fue el Aló Presidente de Chávez, resulta más bien un espacio pedagógico, no informativo.
El segundo vértice es el educativo. En el año 2019, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) distribuyó 6.000 ejemplares de libros de texto educativo en escuelas del estado de Michoacán. Según el medio de comunicación mexicano, El Universal: «En el libro Sociedad de quinto de primaria, la CNTE se refiere al neoliberalismo, dedica varios capítulos a las revoluciones Sandinista, en Nicaragua, y Cubana, a Fidel Castro y a Ernesto Che Guevara, así como a las dictaduras militares de los años 70 en América Latina. Dos de los capítulos relacionados con el movimiento en Cuba son Antecedentes y Lucha armada en las páginas 145 y 146: “El 1 de enero, Fidel Castro entró triunfante a Santiago de Cuba, declarándola capital provisional […] Estados Unidos reconoció al gobierno revolucionario. A partir de ese momento, el poder quedó definitivamente en manos de las fuerzas revolucionarias.”
Lo ocurrido en Michoacán sentó un precedente. Así, el primer semestre de 2023 estuvo marcado por una batalla legal para permitir o no la distribución de nuevos libros de texto por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP); ciertamente no se trata de los mismos distribuidos en 2019 por la CNTE; aquello fue un experimento y lo ocurrido el año pasado fue real y contundente. En la gran mayoría de los estados la distribución del nuevo material educativo fue un hecho. Parte de su contenido repite y refuerza el discurso presidencial. Solo por citar uno, en el libro Ética, Naturaleza y Sociedades de primer año de secundaria se dice: «Una causa fundamental del origen de las desigualdades son los modelos socioeconómicos neoliberales implementados por décadas en la mayoría de las regiones del mundo, (que) otorgan facilidades, privilegios y estímulos a las élites políticas y económicas de los países… y que los bienes públicos puedan tener dueños privados que puedan apropiarse de ellos legal o ilegalmente, en el caso de México, los minerales del subsuelo, el agua, los bosques, las selvas y el viento». Luego de leer, quien dicta parece ser un seguidor de Karl Marx. 
El tercer vértice es la reforma del Estado. Concretamente se quiere modificar o redactar una nueva Constitución a partir del siguiente año legislativo. Uno de sus grandes promotores es el líder del Partido de los Trabajadores (PT), amigo de Nicolás Maduro y acérrimo defensor de López Obrador, Gerardo Fernández Noroña. No es casualidad que este admirador de la Revolución Cubana sea el vocero oficial de la campaña de Claudia Sheinbaum. En el acto de proclamación de la elegida por AMLO, Fernández Noroña afirmó: «Yo estoy convencido (de) que deberíamos convocar a un poder constituyente, a una asamblea del pueblo donde hagamos una profunda reforma a la Constitución, o una nueva Constitución, y echemos atrás todas las reformas neoliberales». Así, no habría que extrañarse que de seguir MORENA en el poder, se ponga dicha iniciativa en el centro del debate.
Con este triángulo: comunicación, educación y reforma del Estado, no queda duda de que el fantasma de Gramsci recorre el estamento público del gobierno mexicano. 
¿Hay caldo de cultivo para que el fantasma gramsciano cobre mayor fuerza en México?
Desde la consultora Thinko Consulting hemos venido realizando estudios sociológicos para medir la opinión pública y, sobre todo, estudiar las creencias y la cultura de los mexicanos. Delimitando parte de nuestro análisis al evento electoral del próximo 2 de junio del presente año en tierras aztecas, podemos concluir que el 65% de los mexicanos desean un cambio de régimen en su país. Concretamente, se trata de un anhelo que demanda una transformación profunda de los partidos políticos tradicionales: Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD). Este es uno de los datos que explica la popularidad del presidente de la República.
Cabe aclarar: no es cierto que la inmensa mayoría de los mexicanos cree que AMLO es una esperanza para México. Sin embargo, es la cara más visible del cambio. No hay un sentimiento mesiánico hacia su figura pero es cierto que su imagen sigue representando lo nuevo por encima de lo viejo. El sentimiento de cambio profundo expresado en las urnas en 2018, sigue vigente en el humor social. 
Al mismo tiempo una gran paradoja. El 60% de los mexicanos apoya al Presidente. Sin embargo, el 80% afirman que la seguridad, la economía familiar, la educación y la salud, han empeorado o siguen igual luego del gobierno de AMLO. ¿Por qué la paradoja o contradicción sociopolítica? Porque el rango de tolerancia sigue siendo muy alto. En los cualitativos que hemos realizado durante estos meses, afirmaciones como: «Cinco años no son suficientes», «No podemos comparar cinco años de gestión con 80 años de los gobiernos anteriores», son claros y nos hablan de que AMLO sigue representando ese cambio.
Otro dato que nos hace concluir que el caldo de cultivo para un nuevo modelo político es una realidad, nos lo arroja el Latinobarómetro de 2023. El 56% de los mexicanos afirmaba: «No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas». El número refleja el fenómeno ciudadano que se denomina: desafección política. Este fenómeno es una consecuencia del «antiestablishment» y es algo que está instalado, palpable. Así, podría existir un intento para pulverizar las instituciones, para desaparecer el sistema de democracia liberal y para transformar los códigos dentro del sistema de derecho; y en ese espacio de peligro, la sociedad civil tendría la obligación de reaccionar. La pregunta que cabría hacerse es si los mexicanos son conscientes de lo azaroso que se convertiría el futuro si la Cuarta Transformación sigue profundizando la perversa tarea. 
¿Qué pasa con la oposición?
Xóchitl Gálvez ha sido la elegida por los partidos políticos tradicionales que se oponen a MORENA para detener el rumbo que comenzó en 2018. Empresaria e ingeniera, conocida por su trabajo en el sector tecnológico y por su carrera en la política mexicana, destacándose como senadora y Directora General de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en 2000, bajo la presidencia de Vicente Fox. En 2015, se postuló como candidata independiente a la jefatura delegacional (alcaldía) en Miguel Hidalgo, Ciudad de México, ganando la elección y sirviendo hasta 2018. A partir de ese año fue elegida senadora, destacándose por su participación activa en diversas comisiones y por su enfoque en temas como tecnología, transparencia, rendición de cuentas y derechos de los pueblos indígenas.
¿Qué propone? Sus principales propuestas incluyen la creación de un Ministerio de Justicia perteneciente al Poder Ejecutivo Federal, el apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) para fomentar una economía de clases medias, y un manejo económico responsable para controlar la inflación. También enfatiza la aceleración de la transición hacia energías renovables y la transformación de Pemex en Emex (Energías Mexicanas) para producir combustibles y electricidad limpia, algo que, por cierto, la presente administración nacional ha sido indolente y mezquina.
La campaña de Xóchitl Gálvez ha caído en una meseta en términos de intención de voto. Las encuestas más serias la sitúan por debajo de Sheinbaum con 12 o 13 puntos de desventaja. Faltando 50 días para la elección no representa una distancia imposible de alcanzar pero sí una cuesta dura de escalar. De entrada, Gálvez debe «cargar» con el peso enorme de los partidos políticos. Lo comentamos así porque el rechazo hacia las estructuras partidistas es de tal magnitud que cada foto o imagen que la asocie a los liderazgos nacionales de los partidos y a las propias marcas, representa una herida a su candidatura. Los indecisos, que hoy representan cerca del 10%, anhelan ver en Xóchitl una figura totalmente divorciada de los partidos. Sin embargo, el reto es enorme y difícil considerando que son precisamente esos partidos quienes organizan y movilizan el trabajo de tierra, algo que en campaña resulta indispensable. 
Gálvez ha decidido «ciudadanizar» más su campaña hablando más de ella y fijando posturas para empatizar con los problemas más delicados de la población; estos son, la inseguridad y sus variables (narcotráfico, fraude, robo o asalto, y extorsión​), el alto costo de la vida, la pobreza y la falta de condiciones para un sistema de salud público óptimo.
¿Qué hacer?
Hay principios políticos que deben fortalecerse para crear conciencia, estimular la participación ciudadana y detener cualquier pretensión de una pseudo revolución que termine por destruir un país. Un principio inicial es la creación de identidad: si no sabemos qué somos, quiénes somos y qué representamos, será imposible persuadir a los demás de que nuestra identidad es la correcta. En ese proceso de construcción de identidad, resulta indispensable contrastar con el antivalor. Es tan importante definir lo que somos, como también definir lo que no somos y aquello a lo que nos oponemos. Debemos definir nuestras «causas y/o banderas»: en otras palabras, se trata de definir el «por qué y para qué» de nuestra identidad, de lo que representamos. 
Igualmente, quienes defendemos a la democracia liberal, debemos ser sembradores y constructores de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero. Algo que es bello y verdadero será siempre bueno. Algo que es bueno y verdadero, será siempre bello. Y algo que es bello y bueno, siempre será verdadero. Ante algo así, resulta irresistible no querer acercarse y luchar por ello. 
Adicionalmente, debemos cultivar el conocimiento: el mayor enemigo de la verdad es la ignorancia. Se debe sembrar el interés por la formación cultural, formación de ideas, de valores sociales, de virtudes individuales. Sin pretender dar lecciones moralistas pero sí resulta indispensable sentar unas bases comunes para dirigir nuestras acciones hacia un punto en común. 
Y dos cosas más para cerrar: la democracia liberal debe recrear su propio diccionario; con creatividad con nuevas formas. Esto es fundamental para combatir el «abecedario gramsciano» que ante el vacío formativo, convierte su propuesta en algo poderoso y atractivo. Por último, se debe poner a la familia en el centro del debate. ¿Por qué? Porque es la base de la sociedad y siempre será el reducto más sólido para protegernos de los antivalores que siguen recorriendo nuestra América Latina y donde México no es la excepción.

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