Trump: Imperium sine fine -Rommer A. Ytriago F.
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Con el regreso del presidente Donald J. Trump al despacho oval, la política Internacional percibe aires de cambios, sobres los que deberá hacer exámenes acuciosos que permitan discernir su trascendente puesta en escena. Las líneas que dan forma a su proyección exterior, según su discurso inaugural del 20 de enero de 2025, y lo realizado en sus primeras semanas de gobierno, inducen a seguirle el paso como estadista, a la política exterior con miras a la “grandeza nacional”, y a la geopolítica que proyecta en el tablero global, que con el resurgir de los imperialismos al calor de la multipolaridad que se vive, vislumbra una nueva era, la del Imperium sine fine, que por un lado viene a ser la idea de reponer a Estados Unidos frente al mundo -conforme al refrescamiento de ideas conservadoras-, y por el otro, del manejo de un hemisferio que contiene unidades políticas problematizadoras como Cuba, Nicaragua y Venezuela, en cuyo trato las lógicas del comportamiento estatal -amigos, enemigos, socios, rivales o adversarios-, varían según lo requiera el momento. En ese sentido navegan las próximas páginas.
Descriptores: Estados Unidos, Geopolítica, Política Exterior, América Latina, Imperio, Multipolaridad
A modo de introducción:
Donald Trump llega a la Casa Blanca después de cuatro años de una difícil situación personal y política, en particular, de estar en la oposición a la administración demócrata que le arrebató la oportunidad de continuar al frente del poder en 2021, desde entonces, no solo Estados Unidos de América experimentó cambios sustanciales, también el Sistema Internacional en su conjunto, reafirmando la multipolaridad como su estructura, y quizás como el mayor desafío de un mundo que se ha creído normado por reglas.
Resulta reduccionista y poco útil enfocarse en analizar a Trump como individuo solamente, sus características personales importan, pero el contexto donde se encuentra sumergido como Estadista, le imponen la dualidad de accionar frente al Estado y la sociedad de la que es propio, donde muchas veces está -y por encima de él-, el juicio del Estado, que moralmente puede ser opuesto a la de los individuos.
De lo dicho parte que el reto de gobernar esté centrado en razonamientos diferentes, al mundo regido por normas, que “universalmente” eran aceptadas y del que le hacían a Estados Unidos acreedor de su rectoría; la discusión en este camino no parece ser la existencia de autoritarismos y democracias, sino la de grandes potencias que entienden su papel en la escena actual como la de imperios.
La pérdida de valores occidentales, la preeminencia global y estrategias de otros imperios -Rusia y China-, de permear en Europa y América Latina, aprovechando las debilidades estructurales que poseen, son los fundamentos que socaban las bases para efectuar la caída del imperio estadounidense, que tiene por tarea hoy día, formular una nueva política de expansión, coerción, control y contención.
- Imperium Maius: Trump como Estadista y Líder.
Donald Trump ha vuelto, y con ello consideraciones no deben faltar sobre esta segunda ocasión, pues su tarea parece estar basada en una lucha por sostener la vieja creencia de que Estados Unidos es la sucesora de Roma, y más allá, de que no caiga, aún cuando el momento político que se ha vivido desde su salida en 2021 hasta su regreso, experimentó un agotamiento de que esta no se derrumbará, por ello 2025 es el inicio de una nueva oportunidad para elevar la apuesta por un Imperium sine fine.
Lo dicho estriba en los cambios estructurales y paradigmáticos que reconocen la existencia de una nueva realidad internacional, que aún es difícil de asumirse, como lo es la multipolaridad, condición de la estructura del Sistema Internacional que descompone el orden basado en reglas, donde la variable ordenadora -incuestionable-, era la multilateralidad.
De allí que los golpes dados al sistema, los agujeros negros -no resueltos-, que se crearon mientras transitaba la administración Biden, como son los conflictos: Rusia y Ucrania, Israel-Hamas-Palestina, la exacerbación de la agenda Woke, el progresivo avance de actores como China, y otros en ámbitos regionales, así como la pérdida de los valores occidentales que fomentaban la preeminencia global de EEUU, exponen, quizás, la emergencia que tiene el estadista para tratar de evitar la caída del imperio, y formular una nueva política de expansión, coerción y control geopolítico.
Un examen a la luz del realismo político sostiene que lo anterior fue el sisma donde el equilibrio de poder -en términos del estatus quo-, de las potencias occidentales que sostienen el sistema, colapsó, demostrando como la probabilidad del uso de la fuerza -fuerza nuclear-, es alta, mientras la cooperación -que no era un asunto en términos idílicos-, encuentra ánimos de posibilidad, pero no de realización.
En esta situación, la maximización de la seguridad y del poder se exacerba, lo que es propio de la anarquía como condición sistémica, obligando -principalmente a las potencias-, a hacer cambios sustanciales en las preferencias, es decir, los intereses a corto plazo se perfilan por la seguridad y lo militar, en tanto es alta la incertidumbre en la supervivencia planetaria, a diferencia de las cuestiones de largo plazo, como pueden ser los acuerdos, esquemas y organismos multilaterales, que son cada vez más desestimados y desacreditados, imposibilitándose las vías de entendimiento en condición de cooperación internacional.
Conforme a lo dicho, la administración Biden abrió camino a los más importantes cuestionamientos para que propios y extraños a Occidente reafirmaran que sus líneas de política exterior estuviesen erradas, creando, sin quererlo, una brecha negativa frente a la administración anterior, y en aquellos casos donde pensó ganar adeptos, recibió las más duras críticas de la opinión pública, que en democracia plena -además del voto-, es causal para estremecer las bases de un gobierno.
Los últimos cuatro años la oposición a Biden navegaba en dos aguas que capitalizaba Trump, es decir, el malestar interno y externo[1]; esta vez con un poco más de aprecio por la personalidad de Trump en torno a la toma de decisiones, lo que en su primer mandato había sido fuertemente cuestionado, y que aún, voces críticas llegan a calificar de que su discurso es cercano al de Hitler, Stalin o Mussolini, alegando que su narrativa bebe de la fuente de la deshumanización.
A este punto la discusión se asemejaría más a un problema de la historia del pensamiento político moderno, una que va del más absoluto imperativo de moralidad, principios a veces abstractos, pero universalmente válidos, y aquella que de sus imperfecciones reconoce en la naturaleza humana la respuesta, donde intereses y conflictos erosionan los argumentos morales que nunca pueden ser realizados plenamente.
Desde esta perspectiva Donald J, Trump llega al poder blindado, pero también lleno de problemas, que imponen liderar cambios, visualizar el futuro, hacer posible una realidad distinta y evitar que Roma caiga.
2. Geopolítica y Política Exterior: el Lebensraum de Trump.
Para transitar las aguas de la geopolítica y la actual política exterior estadounidense, algunas cuestiones estructurales e históricas hay que tener en cuenta, y es que los Padres Fundadores, además de inspirarse en la antigua Roma, no solo en su diseño sino en su Sistema Político, también lo hicieron emulando la visión de mundo al calor de la dimensión territorial que poseen, pero en específico, de su peso en el tablero global, agregando con ello, la expansión de un gran poder económico.
La administración 2025-2029 se proyecta interna y externamente conforme a tres elementos de fundamental peso, el primero en torno a lo interno, marcado por un rescate al componente religioso, es decir, la lógica -tradicional- protestante, el segundo, a que su accionar está inherentemente marcado bajo la máxima del Destino Manifiesto, y el último a corresponder con aquello del excepcionalismo, suerte de virtud que infiere preponderancia económica, social y política en el mundo.
Sin embargo, el Destino Manifiesto es mucho más amplio y ello abraza no solo su tesis de desarrollo, la creencia en la virtud de las instituciones y sus ciudadanos, sino a la misión de extender tales instituciones para rehacer el mundo a imagen de Estados Unidos, sumado a la decisión -providencial-, de Dios al encomendar a su nación en la consecución de tal cometido.
En el periodo 2017-2021, una aproximación a estos pilares tuvo lugar, no obstante, las condiciones políticas a las que se vio sometido Trump, hicieron interpretar en la sociedad estadounidense que esto suponía un retroceso en el progresivo avance de derechos sociales, políticos y religiosos.
Pero este rescate procedimental de ideas abraza un legado histórico del partido republicano, desde Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt, hasta Ronald Reagan como el más contemporáneo de los predecesores de Trump, de allí que “Make America Great Again” o “America First”, no es un delirio personal, es un trabajo de refrescamiento en ideas que dieron forma a la identidad estadounidense.
A este punto, varias interrogantes pueden hacerse: ¿Seguirá este curso?, ¿realmente se concretarán las ideas de su slogan?, ¿sí su proyección exterior muestra aislacionismo cuál es ese rol geopolítico decisivo que puede tener?, y así muchas más.
Decretado por Atilio Borón[2] de que los días de hegemón mundial de Estados Unidos se habían terminado, la realidad es que la Pax Americana se mantiene, y sugiere un estado que aún dilucida posición en tanto a dominación, primacía y hegemonía, acervo que se guarda la potencia rectora del liderazgo universal, disputado hoy día por Rusia y China.[3]
Esa disputa mantiene fuera al orden jurídico-legalista, por un enfoque más pragmático, el cual “es consciente del significado de la acción política. También es consciente de la inevitable tensión entre el imperativo moral y las exigencias de la acción política acertada”, como sentenciaría Morgenthau,[4] donde la tesis del Destino Manifiesto es cada vez más una analogía de aquella expresión latina “Imperium sine fine”.
En esta posición, los imperios o, mejor dicho, los imperialismos, reconocen que no hay ideología sino un sentido de fuerza y conquista que debe garantizar su preminencia política, económica, militar, histórica y geográfica, ocupando lo que para ellas debe ser el “Lebensraum” o “Espacio Vital”, tal cual al que hablara Karl Haushofer en los albores de la Segunda Guerra Mundial.
En consecuencia, el tema de Groenlandia, el cambio de Golfo de México por Golfo de América, Canadá como posible Estado de la unión, la restitución del control del Canal de Panamá, el impase con Colombia frente a la deportación de migrantes y la reunión celebrada en Caracas con Nicolás Maduro, forman parte del “Lebensraum” natural de la potencia occidental.
Otros espacios serán fuente de encuentro para que las potencias -Rusia, EEUU y China-, puedan acordar nuevos repartos de zonas de influencia en términos de equilibrio y armonía de intereses, como el caso de la paz en Ucrania, cuyas ejecutorias se basan en un por qué, en términos de Estado, y no de individuos, pues la moralidad en política internacional no solo es distinta, sino que es la que los Estados quieran hacer de ella, carente de todo sentimiento u emoción propia de la persona humana.
3. América Latina: amigos, enemigos, socios, rivales y adversarios.
Imaginar el papel de América Latina en este retorno de Trump, es intentar descifrar un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma, como acuñaría Churchill al papel de Rusia en su tiempo, porque en medio de importantes problemas no solo propios de la región sino de las muy particulares características de cada unidad política, sigue siendo el área de influencia más directa de Estados Unidos, pero no por ello su mayor desafío.
Por lo general, manejándose siempre en un movimiento pendular entre izquierda y Derecha, la región sucinta problemas que con atención debe manipular la administración Trump, pues, Cuba, Nicaragua y Venezuela puntean en la efervescencia política. Sin embargo, la pausa del estadista estadounidense en la participación directa de la política exterior entre 2021-2025, sugiere que no se mire esto como de primer orden, hubo un corte definitivo en todo el Sistema Internacional y a ello se debe abocar el nuevo gobierno.
Seguridad, migración y comercio, contrarrestar la influencia de China y sostener un enfoque pragmático son sus máximas; lo que para casos como la oposición de Venezuela representa un desafío y/o conflicto, ya que su intervención a la crisis política solo estará orbitando en la medida de que sus intereses compaginen, representando un claro mensaje en el rediseño de la política opositora que guarda esperanzas en tal participación.
La administración Trump no se trata de las opiniones de los funcionarios del gobierno -caso Marco Rubio-, todos pueden tener posiciones interesantes sobre los problemas en cada uno de los países, pero se trata del complejo universo donde navegan como nación entre naciones y lo que el gobierno estadounidense debe hacer por el interés nacional.[5]
El papel de la inmigración es crucial, la crisis demográfica interna supone una mutación cuasi genética a los Estados Unidos, a la par que la migración excesiva dice mucho, nadie se va de donde es propio porque todo esté bien, pero no es un problema que solo obedezca al presidente Trump.
Vale la pena señalar, que ni en su primera administración Trump superó la marca que acumularía Barack Obama con sus dos presidencias en tanto a deportados, y que habría que agregar que bajo otras dos figuras como son “devoluciones en frontera” y “repatriaciones bajo el título 42”, Joe Biden se posiciona como el presidente que más ha expulsado personas del país con una marca de 4,6 millones.
Sin embargo, pensar en América Latina orbita en el prisma contra la izquierda política, y para algunos casos el estadista aplicará la teoría del loco, exasperando situaciones a cambio de obtener transacciones políticas, para otros el “thit for that” o represalia equivalente, y cuando menos se espere, lograr el “bandwagoning” -apoyo de sus detractores-, más por miedo que por simpatías, haciendo que en algunos casos sean sus socios, amigos, rivales, adversarios o enemigos.
Conclusiones:
Trump entiende perfectamente -por paradójico que parezca-, que el mundo multipolar es en esencia el peor escenario para quien se considera la potencia rectora del Sistema Internacional, pero también es consciente de que es el mejor para los medianos y pequeños actores. Las grandes potencias se mantienen cuestionando la legitimidad de fronteras, y cuestiones como la pérdida de la democracia en la periferia, es relegado en los asuntos de primer orden, debe insistirse, no es producto esto del imaginario del estadista, sino de la realidad que vive.
Conforme a estas consideraciones, no cabe duda que el periodo 2025-2029, ofrecerá un sinfín de situaciones, cuyas consecuencias positivas o negativas, se podrán calificar en las próximas elecciones presidenciales, porque ganada la contienda en 2024, no solo en número de votantes sino en colegios electorales, la conexión con la sociedad, con sus problemas, es lo que eleva a los emperadores o los destruye.
La era de Trump tiene fecha de caducidad, pero el imperio debe seguir en pie, y ni un día más ni un día menos, otro emperador deberá estar dirigiendo la república que por ahora es a Trump un Imperium sine fine, que no conoce fronteras en la búsqueda de su grandeza.
[1] Henrry Kissinger antes de terminar su ciclo vital alertaba: “Cualquier sociedad, cualquiera que sea su sistema político, está en tránsito perpetuo entre un pasado que forma su memoria y una visión del futuro que inspira su evolución. En este camino, el liderazgo es indispensable: hay que tomar decisiones, ganarse la confianza, cumplir las promesas, proponer un camino a seguir. (…) Sin liderazgo, las instituciones se desvían y las naciones buscan una creciente irrelevancia y, en última instancia, el desastre”. En ese sentido, Trump capitalizaba un liderazgo a base del malestar interno y externo de la era Biden. Henry Kissinger. (2023). Liderazgo: Seis estudios sobre estrategia mundial. Editorial Debate.
[2] Atilio Borón (1995), “¿Hacia una era post-hegemónica?, El fin de la Pax Americana”. Compendio Dialogo y Seguridad, Editorial Nueva Sociedad, Número 2.
[3] Joseph Nye, profesor estadounidense, ex subsecretario de Defensa, y acérrimo detractor del presidente Trump, sostiene que el sentimiento de descenso y la disputa de su rectoría es algo siempre ha estado en el imaginario estadounidense, sin embargo: “A veces, el temor al declive genera políticas proteccionistas que resultan perjudiciales. Y a veces, los períodos de hibris generan excesos como la Guerra de Irak. No hay nada de bueno en subestimar el poder de los Estados Unidos ni tampoco en exagerarlo”. Ver Joseph Nye (2024). Estados Unidos, grandeza y declive. https://www.project-syndicate.org/commentary/with-trump-american-decline-becomes-self-fulfilling-prophecy-by-joseph-s-nye-2024-02/spanish
[4] Hans Morgenthau, en Stanley Hoffman (1963), Teorías Contemporáneas sobre RRII. Madrid, Tecnos, pág. 91.
[5] Juan Gabriel Tokatlian consideró recientemente en una entrevista para la BBC que Trump sigue teniendo muy presente a México, frente a la lucha contra el narcotráfico, y a Venezuela por no haber depuesto del poder a los ocupantes del poder, de allí que: “llega frustrado con América Latina por lo que no logró en su primer mandato (…) Esa mezcla de desinterés y furia hacia América Latina, creo que la vamos a ver representada en sus primeras acciones”. Ver Ayelén Oliva (2025). Para Trump, América Latina es la imagen del dependiente. Y encima de todo la infantiliza. https://www.bbc.com/mundo/articles/c4g32g001n8o