Carlos Romero: “La prioridad fundamental del gobierno de Estados Unidos es buscar la estabilización con Venezuela”
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El doctor en Ciencia Política y profesor de la UCV apunta que el régimen chavista aspira a “crear un modus vivendi” con el nuevo gobierno de Trump, mientras asegura que más allá de los intereses energéticos y migratorios, “ninguna administración de EE. UU. ha abandonado el tema de la democracia y de los DDHH”
Se fue Donald Trump y llegó Joe Biden. Ahora se marchó Biden y regresó Trump. Y Nicolás Maduro sigue allí. A pesar de los distintos enfoques y políticas desplegadas por los dos últimos inquilinos de la Casa Blanca, la crisis política venezolana está lejos de superarse. Al contrario, tras el fraude del 28 de julio, se agrava y sigue siendo un quebradero de cabeza para la comunidad internacional democrática.
El doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad Central de Venezuela, Carlos Romero, considera que la nueva administración Trump puede intentar un acercamiento con el régimen de Maduro, sin que eso implique renunciar a sus exigencias democráticas.
Asesor de la Cancillería venezolana en los años 90, Romero opina que la opción militar no está sobre la mesa del presidente republicano, que en este mundo patas arriba no estaría interesado en prender un candelero en su “patio trasero”.
Trump probó la “máxima presión” y fracasó. Biden intentó negociar y tampoco alcanzó el objetivo. ¿Cómo evalúa la política de Estados Unidos hacia Venezuela en los últimos años? ¿Por qué cree que ninguna ha logrado allanar el camino hacia una transición en el país?
La política exterior de Estados Unidos durante los gobiernos de Trump, en su primera administración, y de Biden ha tenido semejanzas y diferencias. Las semejanzas, mantener la política de sanciones y de “máxima presión” y, por otra parte, diferencias porque podemos decir que Biden estuvo más próximo a un marco de negociaciones. En todo caso, no es que Estados Unidos haya fracasado en apoyar una transición, sino que los factores internos en Venezuela no se han dado suficientemente claros para alcanzar el tránsito hacia el retorno de la democracia. Porque todos estos cambios originalmente se fraguan por razones internas, domésticas, y en realidad ha habido una gran diferencia entre el empeño de Estados Unidos en llevar adelante una política de transición y el sostenimiento de una política eficaz opositora, que hubiera podido complementar ese deseo de Estados Unidos.
En todo el mundo se especula sobre cómo será Trump 2. En el caso de Venezuela, unos creen que puede llegar con una visión “pragmática” al extremo de entenderse con Maduro, mientras otros afirman que aumentará la presión contra el régimen. ¿Se inclina por alguna de estas?
En diversas oportunidades me he manifestado a favor de un proceso de negociación entre el gobierno de Trump y el de Venezuela. Todavía hay espacios para poder coincidir en algunas cosas y, sobre todo, para hablar claro en razón de lo que quiere cada actor con respecto al otro. Venezuela en muchas ocasiones ha jugado la bandera antinorteamericana tratando de aliarse con factores llamados radicales, como el caso de China, Irán, Turquía, Rusia y Cuba, pero la verdad es que el gobierno de Venezuela lo que quiere es crear un modus vivendi con Estados Unidos, esa es su prioridad.
Se han generado muchas expectativas con la designación de Marco Rubio como secretario de Estado. ¿Qué impacto puede tener Rubio en la política de la administración Trump hacia Venezuela?
No hay que tener muchas expectativas con respecto al papel que jugará Marco Rubio como secretario de Estado. El tema de Venezuela se le va a dar a un enviado especial (Richard Allen Grenell), que se dedicará a los casos de Venezuela y Corea del Norte. De tal manera que, en principio, Rubio no tendrá que desarrollar una relación cotidiana con el tema de Venezuela. Rubio tiene una posición ideológica frente al caso venezolano y seguramente será un obstáculo para llegar a una negociación entre Venezuela y Estados Unidos. Yo no tengo mucha fe con respecto a que Rubio se mantenga en ese cargo porque su personalidad chocará con la de Trump.
El interés de Estados Unidos parece centrarse en los temas de energía y migración. ¿Quedarán relegados en la agenda la democracia y el respeto a los Derechos Humanos?
Es indudable que el gobierno de Trump le dará prioridad a los temas de energía y migración, pero siempre en la agenda de la política exterior de Estados Unidos está el tema democrático y de Derechos Humanos. No se trata de centrarse sino de darle un equilibrio y una mayor consideración a los temas energéticos, pero ninguna administración de Estados Unidos ha abandonado el tema de la democracia y de los DDHH. De tal manera que habrá una convivencia de temas en la agenda de la política exterior de Estados Unidos hacia Venezuela y viceversa.
Maduro ha mostrado disposición a entenderse con la nueva administración Trump. Visto lo ocurrido el 28J y la reacción de la comunidad internacional democrática, ¿cree posible una “normalización” de la relación bilateral?
No es descartable que haya una consideración por parte del gobierno de Trump de llegar a una negociación con Maduro. En estos momentos, dada la conflictividad mundial, no creo que Estados Unidos busque un problema con Venezuela por la vía militar. Creo que es muy temprano para predecir por dónde irá el camino de Trump con respecto al caso venezolano. Por lo tanto, es posible una normalización de las relaciones bilaterales, que comenzará con el retorno de las relaciones diplomáticas que han sido cortadas desde 2019.
En su primer periodo, Trump pronunció su famosa frase: “Todas las opciones están sobre la mesa”. ¿Cree que en esta nueva etapa puede considerar la opción de la intervención militar?
La intervención militar es un tema que no se puede dejar de lado, pero en este momento la prioridad fundamental del gobierno de Estados Unidos es buscar la estabilización con Venezuela. A pesar de que muchos venezolanos han manifestado su disposición a apoyar la solución militar, no la veo planteada en el futuro cercano. Meterse en un escenario de guerra en el contexto latinoamericano tiene costos muy grandes para Estados Unidos en este momento. Primero porque Estados Unidos y Trump en particular, piensan que América Latina es una región de salvaguarda para Estados Unidos, lo que se llama el “patio trasero”.
Por lo tanto, la prioridad de Estados Unidos es que el caso venezolano no permita la internacionalización de la región. Históricamente hablando, dos veces Estados Unidos ha tenido el peligro de la internacionalización: con la guerra de los cohetes en 1962 y con la guerra de las Malvinas en 1984. En cada una de esas situaciones, Estados Unidos trató de limitar el impacto de la internacionalización de su política exterior hacia América Latina.
Tomado como un todo, las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela son fundamentales para el buen equilibrio internacional en el Hemisferio Occidental y, en particular, en América Latina y el Caribe. Por una parte, la mayoría de los países está a favor de un reencuentro entre Estados Unidos y Venezuela y, por la otra, Estados Unidos no quiere más problemas de los que tiene en una agenda internacional tan compleja como la actual, con los temas de Medio Oriente, Ucrania, China, etc.
En segundo lugar, esta mayoría de países que están con Estados Unidos no necesariamente apoyan la salida militar. Contemplar la salida militar no es más que la desesperación de aquellos que no pueden lograr una transición política, que es la prioridad en estos momentos en Venezuela.