Fraude electoral desenmascarado: Cómo operó y cómo lo enfrentamos
Walter Molina Galdí
El contexto previo al 28 de julio
Durante más de dos décadas, el chavismo ha consolidado un sistema de control basado en la censura, la persecución, el hostigamiento y la manipulación electoral. La violencia y el terrorismo de Estado contra la disidencia se han convertido en instrumentos comunes. Cientos de líderes opositores han sido encarcelados, los medios independientes clausurados, y cualquier voz crítica, acallada. En este contexto, los procesos electorales en Venezuela han estado marcados por distintos niveles de fraude. Desde que la oposición democrática ganó la Asamblea Nacional en 2015, el chavismo pasó de un autoritarismo competitivo a uno hegemónico, donde las elecciones dejaron de ser mínimamente libres, democráticas o transparentes, reflejando que la mayoría exigía libertad en lugar de adherirse a las consignas del régimen.
Frente a un sistema progresivamente represivo, los venezolanos, liderados por María Corina Machado, con la candidatura de Edmundo González Urrutia y una organización local sólida como los «Comanditos» y la Red 600K, no solo acudieron a votar el 28 de julio, sino que defendieron activamente su voto. Organizados a través de redes sociales y mensajes virales, sortearon el control comunicacional del régimen para movilizarse.
El 28 de julio en Venezuela quedó marcado como un día clave en la historia contemporánea del país. Fue la decisión irrevocable de una sociedad que no se doblega pero, también, la muestra clara de un fraude que dejó desnudo al sistema. Pero, ¿por qué ahora sucedió así? ¿Cómo aquello que durante años denunciamos, comenzó a ser evidente para el mundo entero?
Los grandes maestros del engaño siempre han mostrado que, para evadir la justicia, hace falta una planificación detallada y una ejecución perfecta, con el objetivo claro de borrar cualquier pista que apunte al culpable o demuestre tal engaño. Sin embargo, el anuncio de Nicolás Maduro como «ganador» dista mucho de cumplir con estos principios. Las señales de un fraude descarado son innegables: resultados que desafían toda lógica matemática, la negativa a divulgar los datos desglosados por centros de votación, la ausencia de las auditorías obligatorias según las normativas electorales, las inconsistencias narrativas y un supuesto ataque cibernético del que no queda evidencia. Pero lo que más expuso la farsa fueron las pruebas que no lograron eliminar: las actas recopiladas por los testigos opositores que se enfrentaron a todo el aparato de terror y dejaron claro que el verdadero vencedor fue Edmundo González Urrutia. Con una diferencia, además, que no deja lugar a debate alguno.
¿Cómo pasó esto? Vayamos paso por paso.
Como ya se dejó claro, todo ocurrió en medio de un régimen no democrático y, por tanto, se trató de una elección no democrática, pero en líneas generales y a pesar de ciertas irregularidades el día electoral transcurrió con aparente normalidad. Sin embargo, llegada la noche la maquinaria del régimen de Nicolás Maduro desveló un desenlace que muchos ya sospechaban: la manipulación de los resultados para mantenerse en el poder. A lo largo del proceso electoral y en los días posteriores, diversos análisis técnicos, expertos electorales y hasta usuarios de redes sociales expusieron cómo el fraude fue ejecutado y demostrado a través de herramientas y técnicas que revelan una tendencia irreversible hacia la victoria de Edmundo González Urrutia.
Las leyes de Venezuela impiden mostrar resultados antes del boletín del Consejo Nacional Electoral (CNE) , sin embargo, durante el día de la votación, la oposición liderada por Machado y González Urrutia había compartido datos que apuntaban a una participación cercana al 42.1% para la 1 p.m., con más de 9.3 millones de votos emitidos. A lo largo de la jornada, diversas encuestas, como la de Edison Research, sugerían que González Urrutia se imponía con más del 65% de los votos, mientras Maduro solo obtenía un aproximado del 30%. El ambiente en los centros de votación y en los informes preliminares reflejaba un deseo masivo de cambio político en el país. El mismo deseo mostrado en las calles de Venezuela durante una campaña tan atípica como histórica.
En la sede del CNE, la tensión crecía con cada minuto. Sin una explicación oficial, la presentación del primer boletín de resultados sufría un retraso evidente. Los rectores, que tradicionalmente anuncian el cierre de las mesas de votación alrededor de las seis de la tarde, se habían retirado de la vista de los medios. Delsa Solórzano, representante de la oposición ante el CNE, intentó ingresar a la sala de totalización, pero las autoridades electorales le impidieron el paso. A pesar de insistir, no pudo cumplir con su rol acreditado. Más tarde, desde la sede de la oposición en otro punto de Caracas, Solórzano denunció varias irregularidades, incluyendo que funcionarios del CNE y efectivos del Plan República estaban impidiendo a los testigos de la oposición el acceso a las actas.
El peor escenario se confirmó cuando, cerca de la medianoche (cinco horas después del cierre de los centros de votación), la directiva del CNE (menos un rector), encabezada por el notoriamente parcial Elvis Amoroso, ofreció una conferencia de prensa. Las cifras anunciadas fueron radicalmente diferentes a las esperadas. Con el 80% de las mesas escrutadas, según el primer boletín, Maduro habría ganado con el 51.2% de los votos, mientras que González Urrutia obtuvo el 44.2%. Estas cifras fueron rápidamente cuestionadas por varios expertos, no solo por su inconsistencia matemática, sino también por el retraso y la opacidad del proceso.
Al día siguiente, tanto Machado como González Urrutia tomaron directamente la vocería. Ya la oposición había logrado obtener el 73.2% de las actas y los resultados no coincidían con lo informado por el CNE. En una conferencia de prensa, Machado declaró: «El presidente electo es Edmundo González Urrutia, porque incluso si el CNE le otorgara el 100% de las actas restantes a Maduro, no le sería suficiente».
Mientras tanto, el país fue testigo de una ola de protestas que rápidamente se extendió por todo el territorio: desde barrios hasta pueblos, las manifestaciones ciudadanas dejaron imágenes imborrables, como la destrucción de monumentos del fallecido padre de la desgracia, Hugo Chávez. La respuesta del régimen fue brutal, con detenciones, asesinatos y represión violenta en las calles. Mientras esto ocurría, el CNE, una vez más sin la presencia del rector Delpino, proclamaba apresuradamente a Maduro como el presidente reelecto, a pesar de la falta de resultados definitivos.
En los días siguientes, el equipo opositor logró recabar el 83.5% de las actas, mientras que las protestas continuaban. La primera semana después de las elecciones culminó con violentas represiones, más de 2.000 detenidos y 25 muertes. Sin embargo, también terminó con la publicación de un sitio web (https://resultadosconvzla.com/) de acceso libre, donde la oposición subió todas las actas recabadas, escaneadas y con códigos de verificación que probaban su autenticidad. Nunca antes la oposición había tenido pruebas tan contundentes de sus resultados, ni había logrado un nivel de transparencia como el demostrado con la publicación de las actas. Por primera vez, el fraude era demostrable.
Improbabilidades matemáticas y métodos de análisis
Uno de los primeros indicios de fraude provino de los porcentajes exactos que el CNE anunció: 51.2% para Maduro, 44.2% para González Urrutia y 4.6% para otros candidatos. Esta precisión levantó sospechas entre los académicos y matemáticos que analizaron las cifras, destacando que la coincidencia de estos tres porcentajes es altamente improbable, pues no dejaba espacio para los votos nulos y parecía indicar que los resultados fueron fabricados a partir de los porcentajes deseados, en lugar de un conteo real de votos. Para decirlo en términos menos académicos pero más descriptivos: ante una derrota arrolladora, el chavismo decidió inventar números sin sustento alguno y sin tomar en cuenta a esa ciencia básica y exacta llamada matemática.
Esta hipótesis fue reforzada por el análisis del segundo boletín, publicado el 2 de agosto, donde nuevamente aparecieron coincidencias estadísticas poco probables. En este caso, el porcentaje de actas transmitidas reflejaba exactamente el mismo porcentaje de electores que fueron contabilizados. Dado que las mesas de votación varían en tamaño y número de votantes, esta coincidencia era casi imposible.
El papel de las actas electorales y la verificación independiente
La clave para demostrar el fraude radicó en las actas electorales. La oposición logró reunir y digitalizar 25.073 de las 30.026 actas de votación, representando el 83.5% de las mesas. Estos documentos contenían los resultados detallados de cada centro de votación, con elementos de seguridad como códigos QR, firmas digitales y verificaciones alfanuméricas. Diversos académicos, entre ellos Dorothy Kronick de la Universidad de Berkeley y José Morales-Arilla del Tecnológico de Monterrey, validaron la autenticidad de las actas y concluyeron que los resultados reales daban una amplia ventaja a González Urrutia.
Kronick, en particular, destacó la fiabilidad de los mecanismos de verificación del sistema electoral venezolano, como el conteo manual de una muestra de mesas, y concluyó que las actas publicadas por la oposición reflejaban los verdaderos resultados. Morales-Arilla, por su parte, publicó un análisis basado en las horas de impresión de 24.102 de las actas publicadas por la oposición, donde demostró que éstas se habían impreso antes de las 7:30 p.m. del día electoral. Como la impresión de las actas de los testigos ocurre después de la transmisión de los resultados, para esa hora –cuando supuestamente ocurrió el hackeo– ya se había transmitido el 61% de las actas. Los resultados hasta entonces indicaban que González Urrutia tenía 68.1% de los votos y Maduro el 29.6%. Para poder ganar la elección, Maduro debía obtener al menos el 79.3% de los votos en todas las mesas que aún no habían transmitido resultados. Es decir, los resultados de la elección eran «irreversibles» desde muy temprano.
Además, una iniciativa espontánea e independiente, liderada por Giuseppe Gangi, descargó todas las actas publicadas por la oposición, las organizó, analizó los resultados y confirmó los datos publicados por el comando opositor. Como verificación extra, recopilaron los videos publicados en redes sociales de las lecturas de las actas en los centros de votación. Verificaron y vincularon cada video encontrado con el acta correspondiente a la misma mesa de votación y demostraron que los resultados se corresponden. Han pasado muchas semanas desde las elecciones y en el sitio web macedoniadelnorte.com hay más de 800 videos de los testigos opositores gritando la diferencia abismal a favor de Edmundo González en sus centros, pero el chavismo… el chavismo sigue buscando.
Las actas por el mundo
La presentación del informe técnico del Comando ConVzla ante la OEA (y luego en varios Congresos en diferentes países) sobre los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 en Venezuela ha proporcionado un análisis exhaustivo y verificable de los votos emitidos. Este informe, basado en 25.073 actas oficiales emitidas por el CNE, evidencia que Edmundo González Urrutia obtuvo una clara victoria frente a Nicolás Maduro, consolidando un mandato de cambio y renovación democrática en el país.
El Comando ConVzla ha documentado que González obtuvo al menos 7.303.480 votos, lo que representa el 67.08% de los sufragios, frente a los 3.316.142 votos de Maduro, que constituyen el 30.43% de los votos válidos. Estos resultados abarcan a 10.888.475 electores y, con el 83.5% de las actas digitalizadas y totalizadas, el triunfo de González es aritméticamente irreversible. La diferencia de 3.987.338 votos entre ambos candidatos hace inviable que el 16.5% de las actas restantes puedan alterar el desenlace electoral, aun en el hipotético caso de que Maduro obtuviera el 100% de los votos pendientes en esas actas, con una participación total sin abstención.
La cifra final proyectada, siguiendo la tendencia electoral, es de aproximadamente 8.700.000 votos en favor de González, superando en un millón el respaldo obtenido por la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015 y en más de medio millón el apoyo máximo que recibió Hugo Chávez en 2012. Estos resultados se dan en un contexto de restricciones al sufragio en Venezuela, donde al menos cinco millones de venezolanos residentes en el extranjero no pudieron ejercer su derecho a votar, y cerca de dos millones de jóvenes fueron impedidos de inscribirse en el registro electoral.
El Comando ConVzla ha logrado recolectar y hacer públicas actas que abarcan el 98.8% de los municipios y el 95.8% de las parroquias del país, cubriendo resultados en los 24 estados y en 331 de los 335 municipios. Esta cobertura permite sostener que la victoria de González fue transversal, superando al oficialismo en los 24 estados y en el 89% de los municipios, tanto en áreas urbanas como rurales. De igual modo, esta elección marca la primera derrota del oficialismo en todos los estratos socioeconómicos, demostrando un respaldo amplio y diverso a favor del cambio.
La respuesta internacional y el impacto técnico
El fraude no pasó desapercibido en la comunidad internacional. Medios como The Associated Press y The New York Times llevaron a cabo sus propios análisis de las actas publicadas por la oposición y corroboraron las conclusiones de los investigadores. The New York Times, por ejemplo, estimó que la diferencia de votos entre González Urrutia y Maduro era tan amplia que revertirla, como sugirió el CNE, era virtualmente imposible sin una intervención fraudulenta.
Los análisis politológicos y matemáticos de los resultados del 28 de julio mostraron no solo las fallas técnicas del régimen chavista, sino también la creciente sofisticación de la oposición para defender el voto y demostrar las irregularidades del proceso. Las actas electorales, los análisis estadísticos y la movilización ciudadana lograron exponer el fraude de manera irrefutable, dejando en evidencia que el chavismo, a estas alturas, se mantiene única y exclusivamente por el uso de la fuerza y el terror. No hay un país “polarizado”, hay un país con una mayoría amplísima, clara y contundente que desea un cambio y una minoría que, con fraudes y represión, busca evitarlo.
Por ahora…
La evidencia recopilada por la oposición, los análisis independientes y la presión internacional han dejado al descubierto las grietas en el sistema autoritario. Las técnicas fraudulentas empleadas por el régimen, aunque avanzadas, no lograron ocultar completamente la verdad: el pueblo venezolano votó por un cambio y los resultados fueron manipulados para que ese cambio no se materializara. Y ese deseo, aunque el terrorismo de Estado busque silenciarlo, sigue allí, intacto.
Lo que ocurrió antes, durante y después de ese 28 de julio, todos lo saben. Dentro y fuera del país. Y ello va desde el resultado electoral hasta la cantidad de presos políticos repartidos en distintos centros de tortura, incluyendo a decenas de niños y niñas.
Los números no mienten. Los gritos de las madres desesperadas tampoco. Y el deseo de libertad, mucho menos. El fraude, como el rey, quedó desnudo. La democracia sigue siendo el objetivo.