2023-2025. Así lo logramos: La historia del triunfo del 28 de julio (parte I) – Paola Bautista de Alemán

2023-2025. Así lo logramos: La historia del triunfo del 28 de julio (parte I) – Paola Bautista de Alemán

2023-2025. Así lo logramos: La historia del triunfo del 28 de julio (parte I)

Paola Bautista de Alemán

Nos separan poco más de cinco meses del 28 de julio. Ese día, votamos, ganamos y defendimos nuestra voluntad. Avanzamos con especial pericia en un terreno plagado de dificultades. Sin duda, lo que la teoría reconoce como “elecciones no competitivas” es un deporte de alto riesgo para quienes operamos en el terreno. A pesar de lo vivido, aún es pronto para hacer un balance sobre el proceso que nos ocupa y este artículo no va por ahí.

Estos párrafos son una reconstrucción de la travesía que franqueamos los venezolanos desde la elección primaria, realizada el 22 de octubre de 2023, hasta enero de 2025. Es un relato no exhaustivo que busca nutrir nuestra memoria histórica y ofrecer lecciones aprendidas a quienes puedan encontrarlas útiles.  

Esta es la primera entrega de un texto seminal, que luego podrá transformarse en algo más extenso. De hecho, me atrevo a decir que nace con la vocación de ser ampliado en el futuro cercano. En estas páginas, me detendré en dos asuntos: (i) Ideas preliminares que podrán guiar al lector y (ii) Tres eslabones de la elección: la primaria, el candidato tapa y el candidato presidencial. En entregas posteriores, profundizaré en el periodo que corresponde a la elección y los meses posteriores. 

Tres ideas preliminares

A modo de introducción, enunciaré tres ideas que podrán ayudar al lector a comprender mejor esta historia: sobre el contexto autoritario, sobre la perspectiva de quien escribe y sobre su finalidad. 

Comencemos por el contexto autoritario. Los hechos que recoge este artículo ocurrieron en dictadura. Este dato no es baladí y deja una fuerte impronta en el devenir de los acontecimientos. La opacidad, la incertidumbre, la persecución, la sospecha, el miedo, el dolor; quisiera encontrar las palabras precisas para describir los desafíos humanos y políticos que hemos enfrentado… Son variables difíciles de ponderar que, sin duda, han marcado nuestras acciones. Por eso, destaco este asunto que, aún siendo evidente, a veces se da por sabido y se deja a un lado al momento de juzgar y analizar la realidad que nos tocó vivir. 

Ahora, detengámonos en la perspectiva de quien escribe. Escribo desde mi formación intelectual y desde mi experiencia política. En tal sentido, el lector no se enfrentará a un texto aséptico. Por el contrario, son reflexiones que nacen desde mi compromiso democrático y desde mi deseo de libertad. Desde ahí, he intentado ordenar y comprender las coyunturas que nos ha impuesto la dinámica política y este texto recoge ese esfuerzo. Por eso, este texto no pretende agotar los temas, sino animar a otros a complementarlos. 

Para terminar, profundicemos en su finalidad. Publico este texto de manera anticipada, antes de alcanzar nuestros objetivos de liberación, movida por el deseo de visibilizar el testimonio de lucha de tantos venezolanos y para contribuir con nuestra memoria histórica. Este tiempo de chats con temporizador y de publicaciones que se esfuman, demandará relatos que aporten a nuestra historia de pueblo. Por eso, escribo pensando en el futuro democrático que nos espera… ese momento en el que compartiremos con las generaciones futuras todo lo que hicimos para reconquistar la libertad y no perderla jamás.  

Los eslabones del 28 de julio

Hay hechos que cambian el rumbo de la historia; momentos que marcan un antes y un después en la vida de muchos. Y, detrás de cada uno de ellos, hay una cadena de acontecimientos que abrieron caminos y los hicieron posible. A veces, estos eslabones son esquivos; pueden pasar desapercibidos. Incluso, puede ocurrir que las miradas más avezadas de su tiempo los pasen por alto o les resten importancia. Aún así, la tarea de identificarlos y de valorarlos es necesaria. Entre otras cosas, profundizar en ellos puede permitirnos reconocer la extraordinaria labor de quienes lo hicieron posible y valorar la acción de la Providencia… o de la “fortuna”, diría Maquiavelo. 

En este apartado, me detendré en los tres eslabones que nos permitieron llegar y ganar la elección presidencial del 28 de julio: la primaria, el candidato tapa y el candidato presidencial. 

Primer eslabón: la elección primaria

Domingo, 22 de octubre de 2023. Salimos a votar desde temprano. A media mañana, había largas filas a las afueras de los centros de votación. Urbanizaciones y barrios salieron a ejercer su derecho. Contra todo pronóstico, levantamos nuestra voz y sorprendimos a muchos, dentro y fuera del país. Ciertamente, había razones para temer y dudar. Organizar y hacer elecciones primarias en dictadura es una tarea riesgosa e incierta; por esta razón, me atrevo a decir que su principal aporte a la cadena de acontecimientos que nos llevó al triunfo del 28 de julio se refiere al empoderamiento de la gente. Ese día, nos reencontramos en la acción política libre y redescubrimos nuestros deseos de democracia. 

En este apartado, me detendré en tres ideas que pueden ayudar a comprender la trascendencia de la elección primaria del 22 de octubre de 2023: el error de cálculo de la dictadura; el mar de fondo cívico; y los resultados como reconfiguración del espectro opositor. 

La dictadura se equivocó. La primaria se hizo en un entorno especialmente hostil, marcado por la crisis humanitaria compleja y por la limitación grave a los derechos políticos de todos los venezolanos. Desde el principio, fue un proceso asediado. Sin duda alguna, fue una apuesta compleja y retadora. Haría falta un artículo completo para precisar y describir las amenazas y los atropellos que tuvieron que enfrentar la Comisión Nacional de Primaria, presidida por el doctor Jesús María Casal, los partidos políticos y la sociedad civil. Compra de conciencias, presiones indebidas, hostigamiento por parte de cuerpos de seguridad del Estado, bloqueo de páginas webs, campañas de desinformación, censura en los medios de comunicación y violencia política, entre otros. 

Entonces, siendo que la dictadura chavista-madurista estaba aparentemente consolidada en el poder, es lógico que nos preguntemos: ¿Por qué permitió que se realizara la elección? ¿Por qué no emitió una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia para detenerla? No hay respuesta sencilla para estas interrogantes. Las dictaduras son esencialmente opacas e intentar comprenderlas es arriesgado. Sin embargo, a modo de hipótesis, me atrevo a decir lo siguiente: la dictadura se equivocó

Nicolás Maduro pensó lo siguiente: la oposición –partidos políticos y sociedad civil– está dividida y desanimada. Conviene entonces detenernos en qué percibía el régimen. 

Primero, percibía que la oposición estaba dividida y que, más temprano que tarde, se partiría en dos. A esta percepción contribuyeron los disensos en torno a la organización de la elección, los cuales se ventilaron con fuerza en los medios de comunicación masivos. El más notorio se refirió a la asistencia técnica del Consejo Nacional Electoral el día de los comicios. Hubo dos posturas: quienes la promovían y quienes la rechazaban. 

Henrique Capriles Radonski, precandidato presidencial de Primero Justicia, lideró la primera. En mayo de 2023 declaró que se necesitaba “la logística que nos facilita el CNE” y calificó de “imposible” la realización del evento sin su asistencia técnica. Por su parte, María Corina Machado, quien encabezaba en las encuestas y ganó la contienda, lideró la segunda. En numerosas oportunidades reiteró su rechazo a esa posibilidad alegando que el ente electoral de la dictadura no era confiable y afectaría de mala manera el desarrollo del proceso. Finalmente, las primarias se realizaron exitosamente sin la intervención del Estado y con el concurso de todas las fuerzas opositoras

Segundo, el régimen percibía que el país opositor estaba desanimado y de brazos caídos. A esta apreciación contribuyeron estudios de opinión y analistas que aseguraban que el país no estaba comprometido con la elección primaria. Luis Vicente León fue el principal vocero de esta lectura del país. El presidente de Datanálisis señaló lo siguiente: “yo puedo decir que muy poca gente anda pendiente de la primaria”. Sin embargo, la realidad fue distinta; el país se movilizó y participó. 

Estas percepciones del entorno –división y desánimo– marcaron la reacción del régimen. La dictadura pensó que, en un contexto de este tipo, no valía la pena pagar el costo interno y externo de más represión. En términos políticos, era más barato propiciar la división de la oposición, profundizando sus diferencias o comprando conciencias, al tiempo que se desestimulaba la participación del país con desinformación, análisis desacertados y terror. 

Sumado a esto, hay otro asunto que no es menor: el proceso de primaria coincidió con el desenlace de las negociaciones entre la dictadura, la administración Biden y la Plataforma Unitaria. El régimen de Maduro acudió a esos encuentros con el firme propósito de lograr el levantamiento de sanciones económicas por parte de los Estados Unidos. Y darle un manotón a la primaria hubiese significado poner en riesgo ese propósito que le era absolutamente existencial. En ese momento –y ahora–, Nicolás Maduro necesitaba dinero para alimentar los consentimientos que lo sostenía en el poder. 

De esta manera, el régimen apostó a lo siguiente: firmar el acuerdo de Barbados para lograr la flexibilización de las sanciones y crear condiciones políticas para que la primaria fuera otro fracaso político de la oposición venezolana. Lo primero sucedió; lo segundo, no. La primaria fue exitosa porque la dictadura no atinó en su lectura del momento y, por lo tanto, no previó dos asuntos: la resiliencia política de la oposición y el apoyo del país, que se reservó para sí sus deseos de participar hasta que llegó el día de salir a votar.  

Mar de fondo cívico. Seis días antes de la primaria publiqué: “Primarias en dictadura: conciencia y voto”. Disfruté ordenar las ideas, escribirlas y publicarlas. En ese artículo, intenté transmitir mi optimismo. Un optimismo que estaba sustentado en la realidad que percibí en mi trabajo político de tierra y que contrastaba con la opinión de algunos analistas que aseguraban con firmeza que las primarias serían un fracaso. Semana tras semana, en cada reunión con las estructuras parroquiales de Primero Justicia, comencé a notar dos cosas: entusiasmo firme y extraordinario heroísmo cívico. En resumen: buen ánimo de lucha. 

Hubo quienes se sorprendieron al leer mi artículo. Respetuosamente me comentaron que les había parecido demasiado esperanzador. Incluso, voluntarista; “wishful thinking”, decían. Y no los culpo. Yo misma dudé en publicarlo. Fue un texto arriesgado. Hoy me alegro de haberlo hecho, pero reconozco que estuve en la frontera de la osadía política e intelectual. La realidad es que era muy difícil advertir el desenlace del 22 de octubre. Al igual que la dictadura, éramos propensos a caer en el error de cálculo y de preñarnos de buenas intenciones que no darían los resultados esperados. Después de más de veinte años de lucha democrática, es lógico que nos cueste emocionarnos y que veamos con cautela cualquier ilusión de cambio. 

Por eso, creo que una de las grandes lecciones del 22 de octubre se refiere al alma democrática del país, que no estaba dormida ni extinta, y a la capacidad que tenemos de conectar con ella. Las dictaduras longevas buscan colonizar la conciencia de quienes se le oponen. Se esmeran en construir calabozos psicológicos que limitan nuestra comprensión de la realidad. Me refiero a ese desánimo que se va anidando en nuestro interior y que va apagando nuestras ganas de luchar. Comenzamos a confundir osadía con valentía, realismo con pesimismo y voluntarismo con magnanimidad. Es ese cuestionamiento continuo al esfuerzo. Es la pérdida de sentido y de norte… es la desesperanza. 

La primaria nos confrontó con la necesidad de derribar estos barrotes mentales, abrirnos al país y reconectar con él. Después del 22 de octubre, el mar de fondo que describí en líneas anteriores se ha profundizado. Los deseos de libertad se han hecho cada vez mayores. Pasó lo que ha pasado en otros procesos de liberación; la grieta que abrió la primaria nació con vocación de boquete y se ha hecho mayor a medida que ha pasado el tiempo. 

Sobre los resultados. María Corina Machado fue la ganadora indiscutible de la jornada. Obtuvo 2.253.825 votos, 92,35% de los votos emitidos. La participación total fue de 2.307.635. Vistos los puntos anteriores, puedo decir que el triunfo de María Corina Machado trasciende a estas cifras. Machado obtuvo una mayoría aplastante y, además, conquistó la confianza del país. Superó los malos pronósticos y se transformó en la voz de ese país que quería –y quiere– cambio político. No dudo en afirmar que la primaria fue un auténtico tsunami que cambió la configuración del espectro opositor venezolano. 

Este resultado fue extraordinario e inesperado. Veamos cinco ideas sobre su impacto político:

Primero, la primaria fue un triunfo electoral y político que favoreció el proceso de liberación de Venezuela. La participación de más de dos millones de personas en unas elecciones en dictadura fue una buena noticia para todos los que queremos democracia para Venezuela. Para comenzar, se cumplió su principal objetivo: Venezuela escogió una candidata presidencial que contó –y cuenta– con la legitimidad que le asigna un proceso electoral que fue transparente, justo y confiable. La primaria le otorgó al liderazgo de María Corina Machado la legitimidad de más de dos millones de votos. 

Segundo, la dictadura no es infalible. Antes de las primarias, se creía que los mecanismos de control social del régimen eran eficientes y lograban doblegar la conciencia política de la gente. El resultado obtenido el 22 de octubre reveló que esas herramientas existen, pero son limitadas y derrotables. Este hallazgo ha sido muy importante. Por un lado, permite ponderar mejor los obstáculos que intenta imponer la dictadura y, por otro, empoderó a la ciudadanía. El 23 de octubre, Venezuela amaneció esperanzada y con ganas de luchar. Habíamos avanzado en la sana repolitización del país. 

Tercero, la oposición estaba unida en sus deseos de democracia. Nueve de cada diez opositores votaron por María Corina Machado. La propuesta de Machado retumbó en el corazón de casi todas las personas que votaron el 22 de octubre. Su discurso emocional, cercano y humano logró unir al espectro opositor en un solo bloque. 

Atrás quedaron los fantasmas de división en el espectro opositor. Además, se inauguró una nueva configuración opositora. En esta oportunidad, la unidad era distinta a la alcanzada en tiempos anteriores. Entre 2005 y 2015, la unidad se anclaba en los partidos políticos y en su capacidad de representación política. A partir de 2023, se configuró una nueva unidad que gravitaba en torno a la gente y trascendió a las organizaciones con fines electorales. Este cambio de configuración supuso nuevos retos en los que profundizaré posteriormente. 

Cuarto, quedó en evidencia la profunda crisis de representación de los partidos políticos que hasta el momento han liderado la lucha democrática. Solo uno de cada diez venezolanos votó por alguno de los partidos políticos que integran la Plataforma Unitaria, que es la instancia política que congrega a las agrupaciones con fines electorales que se oponen a la dictadura de Nicolás Maduro. Un detalle importante: Vente Venezuela, movimiento político que lidera María Corina Machado, no forma parte de ella. Este resultado valida lo que habían revelado los estudios de opinión: después de más de dos décadas de dictadura, los partidos políticos tradicionales habían dejado de ser la voz de los venezolanos. Esta realidad política, junto al liderazgo de María Corina Machado, es el fundamento de la nueva configuración unitaria que surgió después de la primaria. 

Quinto, el país opositor quiere cambio. Este hallazgo, aunque luce de Perogrullo, no lo es. Después de la primaria, quedó claro que Venezuela quiere que Maduro se vaya y, en esa aspiración, no hay medias tintas. Aquellas voces que han insistido durante años en la cohabitación como método de lucha política se toparon con la impopularidad de su propuesta. El país no quiere cohabitar con la corrupción, con la pobreza y con la violencia. El país quiere derrotar electoralmente a Nicolás Maduro y caminar hacia la democracia. 

Aunque suene redundante y cacofónico: el país quiere una oposición que se oponga a la dictadura. Una oposición que desafíe y le dé voz al descontento. En este sentido, cristalizó una polarización marcada por el clivaje democracia–dictadura. Esta disposición del votante impuso un gran reto a quienes lideran el cambio político. Eventualmente, si logramos liberarnos en 2025, llegará el tiempo de la moderación. Sin duda, hay que preparar caminos políticos y psicológicos para ese momento.

Segundo eslabón: el candidato tapa

Después de la primaria, se abrió un periodo de acoplamiento político. Entre noviembre de 2023 y marzo de 2024, el principal desafío que tuvo que enfrentar la oposición venezolana refirió a la candidatura presidencial. Recordemos que María Corina Machado, ganadora de la primaria, se encontraba inhabilitada para aspirar a cualquier cargo de elección popular. De este modo, se debía luchar por el levantamiento de esta medida o, en su defecto, por encontrar mecanismos de consenso para elegir a un candidato sustituto. 

Junto a este reto central, se trabajó en dos tareas fundamentales: Primero, construir los espacios de coordinación política de las fuerzas democratizadoras que trabajarían en la elección presidencial de 2024 y, segundo, sortear los obstáculos que impuso el régimen con el propósito de sacarnos de la elección presidencial. 

Profundicemos en la primera tarea: la inclusión de fuerzas políticas en el Comando por Venezuela. Gestionar una coalición de once fuerzas políticas, más cientos de organizaciones de la sociedad civil, en un contexto hostil, es difícil y demandó creatividad. A continuación, describiré los dos pilares que guiaron este esfuerzo: confianza y competencia. 

Primero, la confianza personal. Desde el principio, María Corina Machado y Magallí Meda, su jefa de campaña, indicaron que la participación en los espacios de trabajo político unitario no respondería a cuotas partidistas, sino a la confianza que se le guardara a cada dirigente. Esta premisa significó un cambio drástico en la configuración de los espacios unitarios. Antes, entre 2005 y 2015, estos se conformaban por cuotas partidistas: una persona por partido. Después de la primaria y tras la crisis de representación de los partidos políticos, eso cambió. Solo se incluiría a quienes contaran con la confianza del equipo de María Corina Machado.  

Esta decisión responde a la naturaleza autoritaria del contexto. Sus riesgos y hostilidades exigen cuidar con celo la información estratégica. Las dictaduras longevas y aparentemente consolidadas tienden a amasar un aparato de inteligencia eficiente que se les permite infiltrarse con soltura en los espacios de toma de decisión y contener el avance de las fuerzas democratizadoras. Por eso, la confianza personal se transformó en una disposición prioritaria e insustituible para limitar la acción de la dictadura y abonar a los fines de liberación. 

Segundo, las competencias personales. Junto a la confianza personal, Machado y Meda destacaron la importancia de las habilidades humanas, técnicas y políticas de cada dirigente. En numerosas ocasiones, ambas declararon que en el Comando “estarán los mejores”. De esta manera, la confianza personal debía estar acompañada de conocimiento, eficiencia y laboriosidad. 

Aún comprendiendo las razones que explican esta decisión, el cambio de criterio para la integración de fuerzas significó un giro sustancial en la dinámica opositora y generó resistencia en quienes no cumplían con los requerimientos y, por lo tanto, se percibieron desplazados de los espacios de toma de decisión. 

Veamos ahora los principales obstáculos que tuvieron que enfrentar las fuerzas opositoras. Tal como lo describí en líneas anteriores, el principal escollo fue la inhabilitación política de María Corina Machado. Esta medida de la dictadura era un impedimento grave para la participación electoral y se constituyó en fuente de incertidumbre para todos: para el régimen, para algunos sectores de la oposición y para la comunidad internacional. 

Como era lógico, en las primeras de cambio la decisión del Comando con Venezuela fue trabajar por la habilitación de la candidata ganadora de la primaria. Para ello, se acudió a todos los medios de lucha posibles: presión de calle, negociación con el régimen, presión internacional e, incluso, recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia. Aunque se hizo todo lo necesario, no se logró su habilitación. 

Mientras esto pasaba y a medida que nos acercábamos a la fecha límite del Consejo Nacional Electoral para la postulación de la candidatura presidencial, aumentó la incertidumbre y la represión estatal. En medios de comunicación masivos, marcados por la férrea censura del régimen, se abrieron espacios para analistas y voceros que aseguraban que el régimen no levantaría la inhabilitación y que María Corina Machado llevaría al país a la abstención. 

Sin embargo, cuando comenzó el periodo formal de postulaciones ante el Consejo Nacional Electoral, ocurrió lo contrario. De nuevo, quienes indicaban la abstención como una decisión tomada erraron en sus pronósticos. Llegado el momento, María Corina Machado reunió a los representantes de la Plataforma Unitaria Democrática y propuso a la Dra. Corina Yoris como su sustituta. Mantuvo esta decisión en absoluta reserva hasta que fue oportuno hacerla pública. Seguidamente, los diez partidos políticos que la integran avalaron la candidatura. Y, en una rueda de prensa unitaria e inspiradora, Omar Barboza y María Corina Machado le anunciaron al país que teníamos candidata unitaria para el próximo 28 de julio.

De inmediato, comenzaron los esfuerzos para formalizar la candidatura de la doctora Yoris ante el Consejo Nacional Electoral. En Venezuela, este procedimiento se hace de manera virtual, a través de la página web del Poder Electoral. Todos los intentos fueron fallidos; el régimen bloqueó el sistema y la plataforma digital rechazó la inscripción de la candidatura. 

A medida que pasaban las horas, aumentaba la incertidumbre y volvieron las advertencias públicas sobre un eventual llamado a la abstención. En ese momento, comenzó a escucharse en medios de comunicación masivos y en entornos políticos la teoría de la “candidatura potable”. Esta propuesta sostenía que la dictadura solo permitiría la inscripción de una opción que contara con su venia. Y, por eso, se debía descartar la candidatura de la Dra. Yoris e inscribir a alguien con esas características. 

Esta teoría indicaba que el camino de la “unidad y voto” era inviable. Proponían que, si el candidato era unitario, dejaba de ser potable para la dictadura. Por eso, la unidad entre María Corina Machado y los partidos políticos de la Plataforma Unitaria democrática debía sacrificarse en aras de mantener la ruta electoral.

Quienes sostenían esta teoría desconocían lo que mostraban todos los estudios de opinión. Geoff Ramsey, investigador principal del Centro para América Latina del Atlantic Council, afirmó que “hasta un perro callejero puede derrotar en las urnas a Nicolás Maduro”. Sin embargo, los estudios de opinión decían lo contrario. La encuesta realizada por Clearpath Strategies en marzo de 2024 reveló que una candidatura de políticos tradicionales, como Manuel Rosales o Henrique Capriles Radonski, abrirían paso a un eventual triunfo de Nicolás Maduro. Es decir, el “candidato potable” era un candidato perdedor. 

De esta manera, llegamos al 25 de marzo de 2024, fecha límite para la inscripción de la candidatura presidencial. Ese día, a las 12 de la noche, cerraba el periodo formal de postulaciones. Pasaban los minutos y el régimen no dejaba inscribir la candidatura de la Dra. Corina Yoris. En simultáneo, recaía especial tensión en los partidos de la Plataforma Unitaria Democrática. Se decía que si no inscribían un “candidato potable” en la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática, perderíamos la opción electoral.

En medio de las presiones, comenzaron las negociaciones al detal. Quienes estaban en contacto informal con el régimen, aseguraban que “el gobierno solo dejará inscribir a Manuel Rosales como candidato unitario”… y sentenciaban en tono dramático: “Vamos a dejar al país sin elección”

Doce en punto. Madrugada del 26 de marzo. Finalizó el periodo de postulaciones. El Consejo Nacional Electoral no permitió la inscripción de la candidatura presidencial de la Dra. Yoris. Y, según versiones oficiales de Un Nuevo Tiempo, en el último minuto, la dictadura permitió la inscripción de la candidatura presidencial del gobernador Manuel Rosales en las tarjetas de Un Nuevo Tiempo y de Movimiento por Venezuela. En ese momento, la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática quedó vacante, sin candidato. 

La situación era tensa y delicada. Sin candidato inscrito en la tarjeta de la MUD, la elección presidencial del 28 de julio perdía sentido político para todos, especialmente para la dictadura. Sin el concurso de la oposición real, validada en la primaria, el evento electoral no serviría a quienes apostaban a un proceso que pudiera ser creíble y servir para legitimarse en el poder y aliviar sanciones económicas. 

Ante esta situación, el régimen decidió abrir una pequeña ventana de oportunidad que la oposición supo aprovechar. Jorge Rodríguez, por mediación de Gerardo Blyde, comunicó a los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática que se le permitiría inscribir un “candidato tapa”. Este término es informal; no existe en la legislación electoral venezolana. Es un modismo político que refiere a un candidato provisional que podrá ser sustituido posteriormente por uno definitivo. Sin duda alguna, la comunidad internacional fue decisiva para abrir este resquicio. Debo destacar las declaraciones de Ignacio Lula Da Silva, presidente de Brasil.

Comenzó entonces la búsqueda del “candidato tapa”. Fue una tarea difícil. Quien aceptara serlo, aún en condición de provisionalidad, enfrentaría riesgos y persecusión. Además, debía ser una persona que cumpliera con los requisitos establecidos en la Ley. Se tocaron varias puertas y ninguna se abrió. Hasta que apareció el nombre del Embajador Edmundo González Urrutia. 

González Urrutia figuraba en los documentos constitutivos de la Mesa de la Unidad Democrática como presidente de la organización. La razón es sencilla. Hace más de diez años, él participó en el proceso de inscripción de la tarjeta electoral ante el CNE. Por eso, los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática le propusieron ser el candidato tapa y él lo aceptó. 

La señora Mercedes González ha compartido en público cómo ocurrió. Cuenta la esposa del Embajador que, el 26 de marzo de 2024, su marido salió de su casa para una reunión y, al volver, le dijo que había aceptado ser “candidato presidencial tapa”. Ante la noticia, la señora Mercedes le dijo con sorpresa: “busca rápido el frasco y ponle esa tapa”. De esta manera, le dejó saber a su marido que estaba plenamente consciente de los riesgos que traía su generosa decisión personal. 

Tercer eslabón: el candidato definitivo

Después del periodo de postulaciones, el panorama de la oposición fue el siguiente: Manuel Rosales, gobernador del Zulia, fue inscrito candidato presidencial en las tarjetas de Un Nuevo Tiempo y de Movimiento por Venezuela; y Edmundo González Urrutia, fue inscrito candidato tapa en la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática. De esta manera, se tenía: un candidato potable (Manuel Rosales), un candidato tapa (Edmundo González Urrutia) y tres tarjetas habilitadas (Un Nuevo Tiempo, Movimiento por Venezuela y Mesa de la Unidad Democrática). 

Esta realidad barrió con los malos pronósticos de analistas y encuestadores: la oposición seguía unida y en la ruta electoral. Aún así, entre el 26 de marzo y el 19 de abril de 2024 se vivieron momentos de especial tensión. En este apartado, haré el intento de ordenarlos, describirlos y analizarlos. Quiero comenzar destacando que fueron jornadas importantes. Fueron los días de zigzageo político que nos permitieron tener un candidato unitario y ganador para las elecciones presidenciales del 28 de julio. 

Este trecho fue especialmente difícil por, al menos, tres razones. 

Primero, la dictadura. Siempre imprevisible y opaca, quiso impulsar un escenario de división en el bloque opositor y de bajo entusiasmo electoral en la gente. La dictadura decidió enfrentar la estrategia de “Unidad y Voto” con “División y Abstención”. Acudió a tres herramientas para alcanzar este propósito. Su primer instrumento fue el programa de televisión “Con el Mazo Dando”. Cada miércoles por la noche, Diosdado Cabello se encargaba de amenazar a opositores y sembrar ciñaza entre ellos. La segunda fue la intimidación y al persecusión estatal. Abundaron los episodios de este tipo. Más adelante, me detendré en ellos. Y, la tercera fue identificar grietas en el bloque opositor y utilizar medios disuasivos, como la coincidencia de agendas políticas, para profundizarlas y cumplir con sus objetivos de división. 

El propósito del régimen era incordiar y favorecer un escenario en donde la oposición se picara en dos. Por un lado, María Corina Machado y, por el otro, una parte de la oposición liderada –en ese entonces– por Un Nuevo Tiempo. Para quebrar al bloque opositor, la dictadura debía lograr que los segundos sumaran a la candidatura presidencial de Rosales el voto de sus pares en la Plataforma Unitaria. 

Antes de avanzar, conviene detenernos brevemente en la dinámica interna de la Plataforma Unitaria Democrática. Su reglamento de funcionamiento establece tres mecanismos para la toma de decisiones: unanimidad, consenso y mayoría cualificada. La unanimidad exige el apoyo de las diez fuerzas políticas que la integran; el consenso demanda el concurso de ocho; y la mayoría cualificada incluye a seis. Dada la envergadura de la decisión sobre la candidatura presidencial, la mayoría de sus integrantes aspiraban a que la decisión se tomara por unanimidad. Sin embargo, en el reglamento de funcionamiento no existía impedimento formal para que se hiciera por mayoría cualificada. 

Considerando lo anterior, Un Nuevo Tiempo dio signos de avanzar en dos frentes: opinión pública y operación política. Detengámonos en el primero. El día 26 de marzo, después del cierre del periodo de postulaciones y cuando la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática aún estaba vacante, Manuel Rosales ofreció una rueda de prensa en la sede de su partido político en Caracas. La comparecencia destacó por su estridencia… el montaje y los mensajes no dejaban ver las dificultades políticas del momento ni su carácter provisional. Associated Press, agencia internacional de noticias, atinó en su titular: “A riesgo de fracturar a la oposición, Manuel Rosales se postula como candidato a la presidencia de Venezuela”. 

Un día después, el 27 de marzo, el Gobernador del Zulia encabezó un evento que se llamó “Vota por Venezuela” y catalogó de “baño de pueblo” en la nota de prensa que distribuyó su oficina de prensa. Se realizó en el Palacio de Eventos de la ciudad de Maracaibo. Al encuentro asistieron aproximadamente 7000 personas, la mayoría de ellas llevaba camisas impresas con mensajes de la candidatura presidencial de Manuel Rosales. En democracia, este dato es anecdótico; en dictadura, es más que llamativo. En sistemas cerrados como el nuestro, pocos se arriesgan a imprimir camisas con mensajes opositores y la producción masiva de estos materiales es perseguida por el régimen. Sobre esto, profundizaré en el apartado dedicado al periodo de campaña. Sin embargo, ese principio de represión no aplicó a esta fuerza política, quien hizo el evento con transmisión en vivo de medios de comunicación masivos y sin restricciones de la dictadura. Tampoco le aplicó la férrea censura.

Ciertamente, estos datos son insuficientes para afirmar que hubo coordinación acordada entre la dictadura y la candidatura presidencial de Manuel Rosales. Sin embargo, las coincidencias de las agendas y el accionar político del Gobernador del Zulia levantaron sospechas. Si la candidatura era para “no dejar a los venezolanos sin opción”: ¿Por qué hacer una rueda de prensa estridente? ¿Por qué imprimir material de campaña de manera prematura? ¿Por qué no buscar el apoyo de la líder nacional? ¿Por qué no se guardaron las formas?.. son más las preguntas que las respuestas. 

Fueron tales las críticas, que Manuel Rosales tuvo que declarar lo siguiente: “Yo inscribí mi candidatura, pero han desatado una guerra en mi contra en redes. Están gastando millones de dólares inventando, calumniando, diciendo mentiras. Que si yo soy el candidato de Maduro, que Dios y la Virgen me amparen y me favorezcan…” 

Junto al trabajo de comunicaciones, Un Nuevo Tiempo también avanzó en la operación política, que se orientó a la construcción de la mayoría cualificada. Para comenzar, logró el voto favorable de Movimiento Por Venezuela, pero necesitaba el apoyo de cuatro fuerzas más. De esta manera, comenzó la búsqueda del voto de Primero Justicia. Así, el 01 de abril, en sesión ordinaria de su Junta de Dirección Nacional, un miembro de ese cuerpo político propuso que se le diera su apoyo a la candidatura presidencial del gobernador del Zulia en la Plataforma Unitaria Democrática. Su planteamiento fue secundado por algunos. Sin embargo, la propuesta no logró ser mayoritaria y, por lo tanto, no logró concretarse. 

La presión sobre Primero Justicia –especialmente sobre María Beatriz Martínez, su presidente y Juan Carlos Caldera, su representante ante la Plataforma Unitaria Democrática– fue especialmente fuerte. Incluyó episodios de persecusión y operación política. La dictadura, y quienes compartían circunstancialmente sus intereses, pensaban que, logrando el apoyo prematuro de este partido, se podría atraer el voto de otras fuerzas políticas y conseguir el apoyo de la Plataforma Unitaria Democrática a la candidatura presidencial de Manuel Rosales. Este resultado le hubiese caído bien tanto a la dictadura como a un sector de la oposición. Sin embargo, hubiese puesto en riesgo el triunfo electoral del 28 de julio. 

Sumado a estas dificultades, la oposición tenía pocas opciones en la búsqueda un candidato unitario que sustituyera a Edmundo González en el tarjetón electoral. Dada una lectura irregular, tendenciosa y ventajista de la legislación electoral, el Consejo Nacional Electoral impuso que el sustituto del candidato tapa debía ser alguien que hubiera sido inscrito durante el periodo de postulaciones en otra tarjeta electoral. 

En resumen, la dictadura acudió a todos los mecanismos que tenía a su alcance para propiciar que la oposición cometiera errores y no tuviera un candidato unitario que contara con el favor del país. 

Segundo, la unidad. Las tensiones políticas descritas en líneas anteriores profundizaron las diferencias de agenda en el bloque opositor. Hubo dos posturas: los protonormalizadores y los democratizadores. Los primeros, proponían sacrificar la unidad de las fuerzas opositoras y avanzar con un candidato potable, que fuera aceptado por la dictadura. Justificaban su postura en un aparente realismo político y alegaban conocimiento pleno de las dinámicas internas del régimen. En pocas palabras, aseguraban que Nicolás Maduro no iba a ceder y, por lo tanto, había que conceder. 

Los segundos, nos empeñamos –me incluyo en esta tendencia– en luchar por un candidato unitario que contara con el apoyo de todos los partidos políticos de la Plataforma Unitaria Democrática y de María Corina Machado. Todos los estudios de opinión revelaban que, solo en unidad, podríamos tener la opción de ganar. De lo contrario, perderíamos la elección y, lo que es peor, contribuiríamos a la legitimación electoral de un sistema no democrático. Para nosotros, el 28 de julio solo tenía sentido si lograba desafíar a la dictadura, movilizar al país y ganar la elección por una avalancha de votos. Ciertamente, esta postura era aventurada y no tenía ninguna certeza de éxito. Sin embargo, fue la que prevaleció. 

Durante este periodo, la diferencia de agendas –una protonormalizadora y otra democratizadora– se hizo transversal en los distintos sectores de la sociedad venezolana y de la comunidad internacional. La primera postura, liderada por Manuel Rosales y por Un Nuevo Tiempo, hizo eco en sectores empresariales, religiosos, académicos e internacionales. Más adelante, me detendré en ello. Y la segunda, fue acogida por la mayoría de los votantes opositores

Tercero, lo humano. Más de dos décadas de lucha democrática han afectado las dimensiones anímicas y psicológicas del país y de la dirigencia opositora. Llegamos a este momento de liberación con una historia de desencuentros y desconfianzas que el régimen se encargó de profundizar. Predominaba la sospecha, la cautela, el escepticismo, la frustración, el dolor y el miedo. Sin duda alguna, estas emociones negativas afectaron el trabajo político e hicieron irreconciliable el trato entre actores claves. Estas reticencias y prejuicios afectaron gravemente el trabajo político. 

Junto a estas circunstancias, hubo un asunto medular. Por primera vez en nuestra historia política, el liderazgo recayó en una mujer: María Corina Machado. Sin duda alguna, esto incomodó y confrontó a algunos sectores y actores. No en pocas oportunidades, hubo comentarios misóginos y machistas, en el chavismo y en la oposición. Incluso, el nombre despectivo que le acuñó el régimen fue “la sayona”, en alusión a una leyenda venezolana que describe a una mujer que perdió la cordura y se convirtió en un espanto. Junto a María Corina Machado, también estaban María Beatriz Martínez –presidente de Primero Justicia–, Delsa Solórzano –presidente de Encuentro Ciudadano– y Andrea Tavares –Secretaria Nacional de la Causa R–, entre otras. Este cambio cualitativo también afectó la dinámica política. 

Volvamos al relato. Fueron días de presión cruzada. Mientras la agenda democratizadora era silenciada y solo se ventilaba en redes sociales, la protonormalizadora se desplegaba libre de censura en radio y televisión abierta. Y, junto a esta sobreexposición en el espacio público, se desplegó un trabajo de cabildeo político para promover la candidatura de Manuel Rosales entre el cuerpo diplomático y las organizaciones políticas de la Plataforma Unitaria Democrática.

En estos esfuerzos, destacó la reunión que se llevó a cabo en la Universidad Católica Andrés Bello el 08 de abril de 2024. Alejandro Hernández, director de La Gran Aldea, narró con detalle el contenido del encuentro. En “El largo brazo de los analistas y el lobby” escribió que “se realizó una reunión convocada por factores políticos de la oposición; individualidades, como el presidente de Datanalisis Luis Vicente León y representantes de instituciones de la sociedad civil como el Foro Cívico y la Compañía de Jesús”. Seguidamente, Hernández precisó el objetivo de la reunión: “lograr articular un comunicado conjunto a favor de la ruta electoral protagonizada por el Gobernador del Zulia y rechazar que se retome sanción alguna contra el régimen de Nicolás Maduro, por parte de Estados Unidos”. 

Entre los asistentes estuvieron S.J. Arturo Peraza, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, quien presidió la reunión; S.J. Alfredo Infante, Provincial de Venezuela; Luis Vicente León, director de Datanalisis; Michael Penfold, analista político; Colette Capriles y Mariela Ramírez, del Foro Cívico; Gustavo Duque, Alcalde de Chacao y dirigente de Fuerza Vecinal; Tiziana Polesel, vicepresidente de Fedecámaras; Stalin González, de Un Nuevo Tiempo; Henrique Capriles, Rafael Ramírez, Tomás Guanipa, Paola Bautista de Alemán y María Beatriz Martínez, de Primero Justicia, entre otros. En su participación, Martínez ofreció unas ideas que evitaron que se cumplieran los objetivos políticos de la reunión. La presidente de Primero Justicia destacó con vehemencia la necesidad de tener un candidato unitario y ganador. Después de su intervención, Luis Vicente León puso fin al encuentro, no sin antes agradecer a la Compañía de Jesús el apoyo prestado. 

Debo hacer un inciso. El rechazo a la candidatura de Manuel Rosales no atendía a razones personales. Era una posición sustentada en estudios de opinión. La decisión de buscar una opción ganadora se tomó con encuestas en la mano. Todas nos decían que el país no acompañaba esa opción y la líder de la oposición opinaba lo mismo. La candidatura de Manuel Rosales le hubiese dado a la dictadura el escenario por el que estaban trabajando: división y abstención. 

Esas semanas nos debatimos entre la certeza de un candidato perdedor y la incertidumbre de uno ganador. Y apostamos a lo segundo. El único candidato ganador que se veía en el horizonte era Edmundo González Urrutia, el candidato tapa. Su perfil, aunque provisional, era ideal. Un venezolano honorable, de familia y sin militancia partidista. Para avanzar, se debía procurar que el Embajador aceptara el desafío de enfrentar a Nicolás Maduro en la contienda presidencial. De esta manera, las semanas previas al 19 de abril, fecha límite del periodo de sustituciones de candidaturas asignado por el Consejo Nacional Electoral, se adelantaron conversaciones entre la ganadora de la primaria y el Embajador. Fueron encuentros privados que se manejaron con total reserva. En esta coyuntura, se corroboró la importancia del celo y la prudencia estratégica. Después de varios encuentros, González aceptó ser candidato presidencial y acordaron mantenerlo en secreto hasta el último momento. 

Llegó el 19 de abril. Teníamos candidato, pero pocos lo sabíamos. En horas de la tarde, Omar Barboza convocó a los integrantes de la Plataforma Unitaria Democrática a una reunión de urgencia para definir la candidatura presidencial, la cual se llevó a cabo en la sede del partido político Encuentro Ciudadano. El lugar estaba rodeado de funcionarios de seguridad del Estado. Algunos de ellos iban uniformados, otros iban de civil… motos sin placas iban y venían por la avenida Francisco de Miranda. El ojo avizor de los periodistas y de los activistas permitían identificarlos. Cumplían labores de represión y de intimidación. 

Cayó la tarde. Poco a poco, fueron llegando los convocados. Acudieron todos los jefes de los partidos políticos, María Corina Machado y Gerardo Blyde, representante de la Plataforma ante la mesa de negociación de Barbados. El encuentro fue a puerta cerrada y sin telefónos celulares. Se quiso evitar así que se filtrara información al régimen y que hubiera presiones indebidas en tiempo real. Me atrevo a decir que esta decisión marcó la diferencia. Los protonormalizadores entraron a esa reunión a ciegas. Y, el régimen, se quedó con las ganas de entrar. 

La prensa esperaba afuera y el país estaba atento. Había conciencia sobre la importancia del momento que estábamos viviendo. La reunión fue breve. Omar Barboza la inició e inmediatamente después, Delsa Solórzano, en representación de una coalición de partidos de la Plataforma Unitaria propuso que la candidatura de Edmundo González Urrutia dejara de ser provisional y pasara a ser permanente. La primera reacción de Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Movimiento por Venezuela fue de rechazo. Alegaban que el régimen no permitiría la postulación porque violaba el compromiso de provisionalidad adquirido el 26 de marzo. Sin embargo, no contaban con que ese compromiso nunca se dio.

En ese momento, Gerardo Blyde aclaró que la inscripción de Edmundo González Urrutia ocurrió el 26 de marzo después de acordarlo con Jorge Rodríguez, quien nunca especificó su naturaleza temporal. Aclaró que, sencillamente, se permitió su inscripción … sin más. De esta manera, despejada la duda de la provisionalidad, todos los partidos políticos apoyaron por unanimidad la candidatura presidencial del Embajador González Urrutia. Siendo que la figura de candidato tapa no existe en la legislación, bastó con dejar la inscripción como estaba. Seguidamente, Manuel Rosales retiró su candidatura presidencial y Un Nuevo Tiempo y Movimiento por Venezuela se adhirieron a la candidatura de la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática. 

Después de esta filigrana política, ocurrió lo que tantas veces ha pasado en nuestro país: lo transitorio terminó siendo definitivo. Edmundo González Urrutia pasó a ser el candidato presidencial de la oposición venezolana. La ruta de “Unidad y voto” había triunfado. 

Culmina así esta primera entrega de 2023-2025: ¿Cómo avanzamos hacia la democracia? Llegamos a la campaña presidencial del 28 de julio con un escenario que muchos consideraban imposible: candidato unitario, líder nacional, unidad perfecta y apoyo del país. Y, aunque aún es pronto para ofrecer lecciones aprendidas, me atrevo a terminar este texto con una idea que me dejó el periodo narrado y que recordé recientemente mientras leía la biografía de Angela Merkel. 

Señala la ex Canciller alemana en “Libertad”: 

Durante toda mi carrera política, nunca me han echado tanto en cara una frase como: “lo lograremos”, ninguna ha generado más polarización. Sin embargo, para mí fue una frase banal que expresaba mi actitud. Se lo puede denominar fe en Dios, confianza o, simplemente, decisión a la hora de solucionar problemas, superar y dejar atrás los reveses, crear algo nuevo. “Lo lograremos, y allí donde algo se interponga en nuestro camino, lo superaremos, trabajaremos en ello”. Así lo expresé el 31 de agosto de 2015 durante mi rueda de prensa de verano. Así es como he hecho política…

He visto de cerca la magia que le imprime a la acción política la disposición que describe Merkel. He visto la mirada de ese liderazgo que nos anima a vencer fronteras y a avanzar en medio de las dificultades. También he escuchado las voces que confunden convicción con irresponsabilidad y valentía con temeridad. Y, desde mi experiencia, no dudo en afirmar lo siguiente:  En el difícil contexto que nos tocó vivir, hemos aprendido el beneficio de tomar decisiones con la tenacidad de quien sigue su recta conciencia y con la humildad de quien entiende las verdaderas dimensiones del momento. 

Hemos aprendido que la comprensión de la realidad es un desafío que muchas veces trasciende nuestras capacidades políticas e intelectuales. Hemos aprendido que la realidad es tan compleja que no cabe en nuestro entender. Hemos aprendido a confiar en el país y volver a su nobleza. Y, por eso, hemos aprendido a poner en la Providencia aquello que no podemos controlar. No dudo en afirmar que, en este sentido trascendente de la política, radica la verdadera fortaleza de nuestro movimiento de liberación… 

Caracas, 28 de diciembre de 2024

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