Política y Mujer
Paola Bautista de Alemán
Joyce Marie Mushaben es una académica estadounidense que ha dedicado su vida intelectual a los estudios de género. En “Becoming Chancellor: Angela Merkel and the Berlin Republic” ¹ ofrece un análisis exhaustivo sobre el liderazgo de quién es la mujer que más le ha aportado a la política de Occidente en las últimas décadas. Es un libro extraordinario. Quizás uno de los asuntos más interesantes de esta publicación es su dedicatoria. La autora dedica sus esfuerzos a su difunto esposo, “quien tuvo dificultades para entender por qué su esposa insistía en que las palabras «lo mismo» e «igual» no son sinónimos y que a veces necesitamos ser tratadas «de manera diferente» para lograr conciliar nuestra familia y nuestra vida profesional” ².
Me identifico con este testimonio. Soy esposa, madre, política y estudiosa de la ciencia política. Mi desarrollo familiar y profesional ha ocurrido en Venezuela, en un entorno especialmente complejo. Al igual que la profesora Mushaben he logrado constatar que la deseada conciliación es posible cuando se unen el esfuerzo personal, estructuras institucionales abiertas a esta realidad y la solidaridad de quienes nos rodean. Este ensayo es una reflexión sobre la participación de la mujer en la política. No pretendo ofrecer soluciones universales. Son planteamientos que surgen en un contexto concreto y buscan contribuir con el debate. Política y mujer está dividido en cuatro partes. Primero, algunas ideas sobre antropología filosófica. Seguidamente, claves sobre el sentido de la vocación política. Luego, algunas consideraciones sobre los desafíos que enfrentamos y para finalizar algunas herramientas para asumirlos.
Volver a la antropología
Para comenzar compartiré algunas ideas sobre antropología filosófica. He decidido partir de ahí porque entiendo que la política debe estar al servicio de los demás y, en tal sentido, es necesario conocer mejor el sujeto-objeto de los esfuerzos políticos. Reflexionar sobre la persona humana, su dimensión social, su naturaleza sexuada, sus potencias, el fin de su ejercicio y el alcance de su capacidad es fundamental para profundizar sobre la participación de la mujer en política. Considero que este propósito honesto de descubrir nuestra dimensión antropológica es quizás el mejor antídoto en contra de los vicios ideológicos que en ocasiones pueden limitar el debate y los consensos ³. El tema es extenso y no lo agotaré en este apartado. Pero ofreceré algunas notas para animar la curiosidad y el apetito intelectual.
Sobre estos asuntos se ha reflexionado desde tiempos antiguos y desde distintas perspectivas. A riesgo de simplificar las aproximaciones y entendiendo que entre ambas hay un amplio espectro de grises y matices, las puedo distinguir en dos tipos: (i) aquellas que proponen que las somos un constructo social sin sustrato natural y (ii) las que reconocen la existencia de una naturaleza intrínseca que incluye una dimensión social que la condiciona, más no la determina. Esta segunda postura hace esfuerzos por conocer nuestra dimensión antropológica. Y observa un asunto fundamental: todos somos portadores de una dignidad que nos es dada por el solo hecho de existir y, en tal sentido, estamos por encima de cualquier bien material.
Siendo entonces que tenemos una naturaleza que merece ser explorada, me detendré en lo que Tomás de Aquino denominó “potencias humanas”. Las potencias humanas son “el principio próximo de la operación del alma”. Además de tener dignidad, poseemos tres cualidades que alimentan nuestro espíritu y nos pueden allanar el camino hacia el mundo que nos rodea: la inteligencia, la libertad y la voluntad. Estas tres potencias se pueden -o no- orientar hacia el bien. Con el desarrollo de la inteligencia podemos ser capaces de descubrir y conocer la verdad de las cosas. Con la voluntad podemos dominar nuestros impulsos e instintos y orientar nuestras acciones hacia lo que nos genera algún tipo de bien. Y con la libertad, que se debe instruir de la inteligencia, podemos activar la voluntad y decidir por aquello que más nos satisface o conviene. Pero también puede ocurrir que no empleemos la libertad hacia aquello que nos dicta la inteligencia como bueno. Puede pasar que la inteligencia nos diga algo y no seamos capaces de orientar nuestra libertad hacia allá porque nos falta autodominio. También puede ocurrir que tengamos nublado el juicio y no podamos decidir bien. La interacción entre las potencias es un campo de estudio amplio y su ejercicio recto transformado en hábitos operativos buenos es aquello que Aristóteles identificó como las virtudes cardinales: justicia, fortaleza, templanza y prudencia.
Las personas, además de ser espíritu, somos materia. Lejos de ser una dualidad en conflicto somos una totalidad unificada. Considero que es importante destacar y tomar conciencia de la sexualidad como una realidad inseparable de nuestra condición humana. No es un aspecto accesorio, es un ámbito constitutivo de nuestro ser. Es algo de lo que no nos podemos desprender. Nuestra sexualidad impregna nuestra humanidad de manera transversal. En tal sentido, no se trata de un dato meramente biológico. La sexualidad humana dista de la sexualidad animal, la cual es instintiva y está determinada por aspectos físicos y sensibles. En el desarrollo de nuestra sexualidad -la sexualidad humana- pueden y deben intervenir las potencias que referí en el párrafo anterior: la inteligencia, la libertad y la voluntad. En tal sentido, el lugar donde nacemos y donde desplegamos nuestros talentos puede condicionar -más no determinar- nuestro desarrollo.
En párrafos anteriores me aproximé al fundamento de la dignidad de la persona, sus potencias y su naturaleza sexuada. Ahora conviene detenerme en el centro de este ensayo: la mujer. Cada sexo tiene rasgos psicológicos, afectivos y cognitivos que le son propios y son complementarios entre sí. Usualmente, las mujeres somos más abiertas a desarrollar y expresar nuestros afectos. Nos conmovemos. Somos intuitivas. En palabras de Guerra:
Parece ser que podemos encontrar que las mujeres suelen tener una particular habilidad para la comprensión intelecto-sensitiva concreta, es decir, para captar receptivamente de modo cuasi-inmediato los contenidos inteligibles en las situaciones concretas de la vida cotidiana. Este fenómeno suele ser denominado «intuición». Por intuición no queremos señalar una suerte de dinamismo irracional que de manera más o menos arbitraria apuntara hacia ciertos contenidos. Lo que queremos expresar es que, en la mujer, la actividad intelectiva se encuentra mucho más fusionada con la sensitiva que en el varón, permitiendo esto una aprehensión de lo real, en tanto que real, más holística e inmediata⁴.
Considerando lo expuesto en este apartado, vuelvo a la dedicatoria de la profesora Mushaben. Las claves antropológicas referidas nutren su experiencia (y la mía). Ciertamente pareciera que “lo mismo” e “igual” tienen significados distintos. Quizás reconocer nuestras particularidades y abrirnos a la complementariedad entre lo femenino y lo masculino pueden ser un buen punto de partida para subsanar las injusticias y aliviar las desigualdades que aún ahora, en el siglo XXI, nos pueden afectar.
Vocación política y servicio
Hace algunos meses me invitaron a un curso de formación política para mujeres. Nunca había asistido a uno. Me he dedicado al estudio de otros temas. Encontré espacio en mi agenda y participé. Me llamó la atención que en la primera sesión me invitaron a reflexionar sobre “mi vocación de poder”. Me detuve a pensar en esas dos palabras: “vocación” y “poder”. Y en este apartado compartiré algunas consideraciones a propósito de ese ejercicio.
Entiendo por vocación el llamado o la disposición a algo. Cuando una persona identifica que está llamada a ese algo concreto y responde con generosidad, encuentra plenitud humana e incluso puede experimentar profunda alegría. La vocación política es la entrega a lo público y a la búsqueda de la justicia. Ahora, esta entrega radical exige esfuerzo y virtud personal. Tal como lo advirtió Marco Tulio Cicerón se trata de un camino espinoso que puede estar colmado de tentaciones⁵. Y para transitarlo, sin caer en el camino, es necesario reflexionar sobre su razón de ser. La pregunta sobre mi “vocación de poder” me llevó a pensar sobre eso: los fines. Más en concreto me pregunté ¿Qué me impondría asociar mi vocación política al poder?
El poder es un medio, no es un fin. Tolkein le dio forma literaria a esta realidad humana en “El señor de los anillos”. Recordemos que el anillo tenía la capacidad de opacar el espíritu de quienes no estaban preparados para llevarlo. Y la facultad para tenerlo no estribaba en la técnica o en los bienes materiales acumulados, sino en la calidad humana del portador. Es decir, quienes lo podían llevar sin consumirse por dentro no eran los más ilustrados o los más ricos. Quienes podían llevar el anillo sin hacerse graves lesiones eran las personas sencillas y de gran corazón.
He visto que asociar la vocación política a un cargo concreto impone un itinerario personal muy exigente porque toma como indicador de éxito llegar al poder. Es decir: la entrega y los sacrificios que demandan la vocación -que no son pocos- solo tendrían sentido último si rinden frutos en esos términos. En democracia sería ganar una elección para gobernar y en dictadura, hacerse de espacios para dominar. Es una visión que puedo comprender, pero la considero riesgosa porque puede restarnos libertad. Sin quererlo, podríamos hacernos esclavos de la ambición. Consideremos por un momento que a pesar de nuestros esfuerzos y talentos nunca lleguemos a la posición de poder deseada. Puede pasar que el contexto sea adverso, que predomine la injusticia o sencillamente, que la voluntad del electorado no nos acompañe. Entonces, no hubiéramos alcanzado la medida de éxito que nos impusimos y podríamos percibir que nuestros esfuerzos han sido en vano.
He dedicado horas de reflexión a este tema. Venezuela sufre desde hace más de veinte años una grave erosión de la democracia, hoy convertida en dictadura. La revolución chavista llegó al poder cuando yo tenía 17 años. Le dedico mi vida a esta lucha. Es una decisión personal -y familiar- que supone riesgos. Ciertamente, deseo aportar a la liberación democrática y posteriormente llegar a alguna posición que me permita contribuir con la transformación que Venezuela demanda. He luchado y me he preparado para eso. Sin embargo, no sé si ese momento llegará. Esta incertidumbre vital es exigente. Entonces, ante este indeseable -pero posible- escenario: ¿Qué ocurriría con el sentido de mis sacrificios? ¿Habré perdido el tiempo? ¿Mis esfuerzos hubieran sido en vano? No. Todo habría valido la pena porque el sentido de mi vocación no es el poder, sino el servicio.
Cuando los frutos de la vocación política están asociados al servicio los indicadores de éxito son el empeño y el bien que hemos ofrecido a los demás con nuestra entrega generosa. En tal sentido, alcanzar una posición de poder es deseable, pero irrelevante en términos de plenitud personal. Esto no significa que abandonamos la sana ambición, que debe estar impregnada de magnanimidad. Muy por el contrario, se trata de su ordenación conforme a los verdaderos fines de nuestra donación. Alcanzar una posición de poder es deseable porque desde ahí se podría hacer mucho bien, pero es irrelevante porque no determina -ni condiciona- el sentido de mis esfuerzos. Este asunto es humano y complejo. Las presiones y las tentaciones del día a día exigen rectificar constantemente la intención. Hay que entrenar nuestro interior para que la mera donación sea suficiente y cerremos puertas a la búsqueda desordenada de poder. Seguramente, a lo largo de la vida política habrá que “recalcular” el rumbo.
Sobre los desafíos
En los últimos cien años Occidente ha experimentado importantes avances en materia de inclusión. En la segunda década del S.XXI es común ver a mujeres extraordinarias que participan en asuntos públicos y contribuyen en el proceso de toma de decisiones. Aún así, hay tareas y desafíos pendientes sobre los cuales debemos reflexionar y atender. En este apartado me aproximaré tres: culturales, operativos y existenciales.
Por desafíos culturales entiendo las configuraciones estructurales que pueden obstaculizar la inclusión de la mujer en asuntos públicos. Me refiero, por ejemplo, a la percepción de la política como un ámbito eminentemente masculino o a las estructuras institucionales que castigan la maternidad. Debo destacar dos aspectos que considero fundamentales para el análisis de estos asuntos: primero, identificar la singularidad de cada caso y segundo, reconocer las dificultades inherentes a los cambios culturales.
Comenzaré por la identificación de la singularidad de cada caso. Cada sociedad tiene rasgos propios. La historia, la cultura política, la tradición, el sistema económico e incluso la ubicación geográfica pueden condicionar -y explicar- los modos de ser⁶. En tal sentido, conviene abordar el tema de la inclusión de la mujer acompasando las consideraciones globales con las realidades locales. He visto que en ocasiones desconocer lo singular puede derivar en la exportación de problemáticas que luego pueden entorpecer la generación de consensos. Sumado a esto, los esfuerzos por identificar las particulares de cada país deben ir acompañados de la aplicación de metodologías científicas que estén animadas por la rectitud intelectual de los investigadores. Solo así podremos evitar ser instrumentalizadas y que nuestras justas demandas sean secuestradas por tendencias ideológicas⁷.
Veamos ahora las dificultades inherentes a los cambios culturales. La cultura configura el ADN político de los pueblos. Cambiarla toma tiempo y esfuerzo. Por tal motivo, alcanzar transformaciones estables que superen injusticias reales sin crear nuevas tensiones es un gran reto que demanda pericia, inteligencia y paciencia. Soy venezolana y conozco de cerca los efectos de la imposición de proyectos radicales que dejan de lado al verdadero dialogo. En tal sentido, considero que toda lucha social -incluyendo la nuestra- debe apalancarse en el trabajo político humano y casi artesanal que promueve la creación de consensos que nos beneficien a todos. De esta manera, considero que los desafíos culturales que impone la lucha por la inclusión de la mujer deben ser asumidos con meridiano realismo y madurez política.
Entiendo por desafíos operativos aquellos aspectos que limitan la conciliación del trabajo y nuestra vida familiar. Las mujeres hacemos malabarismo para poder atender nuestras responsabilidades. Conciliar la familia, los hijos, nuestras inquietudes intelectuales y nuestra vocación profesional es un desafío cotidiano. Para que esta conciliación sea una realidad en nuestras vidas deben existir estructuras de solidaridad informales y formales que nos permitan avanzar armónicamente en cada uno de nuestros ámbitos. Las estructuras de solidaridad informales o privadas son nuestras familias y amigos: parejas que acompañan, hijos que comprenden, hermanos que apoyan, amigos que animan a llegar lejos. Son los últimos reductos en donde descansamos y nos reconocemos amadas por lo que somos y no por lo que podemos dar. En ellos y con ellos vivimos a plenitud la gratuidad. Hay un aspecto importante sobre este ámbito. Si bien puede estar condicionado por el azar, nos demanda esfuerzo. Debemos dedicar tiempo al cultivo de estos refugios en donde siempre ganamos y nos hacemos mejores.
Entiendo por estructuras de solidaridad formales o públicas aquellas iniciativas estatales que favorecen la conciliación. El principal obstáculo para la conciliación es la pobreza. Una mujer que debe dedicar la mayoría de sus esfuerzos a sobrevivir⁸ ve gravemente limitada su capacidad para desarrollar sus talentos. En tal sentido, es fundamental superar la miseria material y tener un Estado responsable que garantice condiciones para el bien común. Para alcanzar tal fin necesariamente debemos incluir: ayudas fiscales para las familias, para los hogares uniparentales, para las empresas “family friendly”, educación pública de calidad, un sistema de salud eficiente, permisos de maternidad y lactancia, guarderías y espacios públicos para el esparcimiento, entre otros.
Me referiré ahora a los desafíos existenciales. Entiendo por desafíos existenciales aquellos que Isabel Sánchez denomina como “supresores de la ambición positiva”⁹. Me refiero a las luchas que libramos en nuestro mundo interior y afectan nuestro desempeño en la esfera pública. La autora identifica las siguientes: falta de autoestima, narcisismo exacerbado y la necesidad de continuo reconocimiento o validaciones propias o ajenas. Para superar estas y otras dificultades de esta índole debemos cuidar con atención nuestra estabilidad afectiva y emocional. Ayuda mucho el autoconocimiento y establecer rutinas de autoevaluación que nos permitan rectificar el rumbo. Dedicar tiempo a estas tareas nos harán mejores líderes porque nos harán crecer en conocimiento propio y empatía.
Sobre nuestro desarrollo integral
Hemos reflexionado sobre antropología filosófica, el sentido de la vocación de servicio y los desafíos que enfrentamos en el ejercicio de la política. Conviene ahora preguntarnos sobre las herramientas que tenemos a nuestro alcance para avanzar hacia la plenitud de nuestra vocación hacia lo público. Quiero compartir tres asuntos que considero importantes para nuestro desarrollo integral: formación, empatía y generosidad.
Comencemos con la formación. Para competir con rectitud y eficiencia debemos -entre otras cosas- potenciar nuestras capacidades y la mejor manera de lograrlo es crecer política e intelectualmente. Angela Merkel es quizás la mujer que más le ha aportado a Occidente en lo que va de S.XXI. De ella se dice que tiene una increíble agilidad mental. “Mientras todos analizan, ella ya tiene una solución”, afirman quienes la conocen¹⁰. Y eso no es azaroso. Además de ser talentosa, tiene una mente entrenada. Tiene estructura científica. Ha desarrollado orden, esfuerzo y virtud. Cultivó su vena académica y luego complementó esa dimensión con técnica política cuando la realidad así lo requirió. Supo reconocer con humildad sus limitaciones en momentos determinados. Por ejemplo, cuando llegó al Congreso notó que debía mejorar su dicción y no dudó en tomar clases de oratoria para hacerse entender mejor. Tenía conciencia sobre la importancia de la formación continua. La Sra. Merkel –y sus pares– nos enseñan que la mejor manera de ser competitivas es preparándonos para servir más y mejor en lo público.
Luego, la dedicación. Vivimos tiempos acelerados y muchas veces pensamos que los ascensos meteóricos son los mejores. Y nuestra cultura criolla es especialmente coja en ese sentido. Sobrevaloramos los impulsos iniciales porque nos cuesta mucho ser constantes. Es lo que Rafael Tomás Caldera llama: “Pesimismo y presunción”¹¹. Es un círculo vicioso: la presunción de quien emprende creídamente y el pesimismo que viene de la meta no alcanzada. El itinerario y el liderazgo de la Sra. Merkel, de Christine Lagarde, de Ursula Von der Leyen, de Madeleine Albright, de Hillary Clinton y de Condoleezza Rice, entre otras, nos muestra lo importante del empeño sostenido en el tiempo. Es importante apostar con firmeza al esfuerzo dedicado y paciente. A la entrega audaz e institucional. Trabajar con desprendimiento y sin complejos. Afinar la mirada para advertir las dificultades, encontrar caminos para superarlas con entereza y descubrir lo bueno de cada circunstancia. A medida que pasa el tiempo entiendo la importancia de sobreponernos a las heridas y crear caminos de empatía que nos permitan avanzar.
Para terminar, la generosidad. Entre 2001 y 2005 -mientras “Angie” ascendía en la CDU- los periodistas en Alemania comenzaron a hablar del “Factor Merkel”. Se ganó el respeto de la prensa. Los periodistas destacaban: “su ausencia de vanidad, su capacidad para trabajar detrás de bastidores, su paciencia para ver observar los eventos que ocurrían de manera inadvertida y su habilidad para superar a sus rivales”¹². Esta descripción me maravilla. Muestra audacia e inteligencia. Evidencia a una persona segura de sí misma que hace política y se abre al mundo sin complejos. Es una mujer de Estado.
Ese talante se tradujo en solidaridad una vez que llegó al poder. Cuenta Ursula Von der Leyen -actual presidente de la Comisión Europea- que en 2005 la Sra. Merkel la llamó para ser parte de su gabinete. Von der Leyen¹³ dudó al momento de aceptar la invitación. Temía que sus responsabilidades familiares le hicieran imposible la deseada conciliación. Cuando manifestó sus dudas, la canciller le dijo: “Debes aceptar porque estás preparada y serás un ejemplo para todas”. Y así, Von der Leyen se unió al tren de gobierno y Alemania tuvo a una ministra de Familia que era madre de siete jóvenes.
***
Con estas líneas culmino este ensayo en el que quise ordenar y exponer ideas que buscan contribuir con la reflexión sobre temas que considero fundamentales para el desarrollo de nuestra vocación política. Admiro y me conmuevo ante la fortaleza y la ternura que despliegan tantas mujeres que buscan construir un mundo mejor para sus familias y sus comunidades. En momentos de necesarias reivindicaciones veo necesario volver a la perspectiva antropológica y redescubrir las bondades que nos ofrece nuestra condición femenina. El horizonte está abierto y estamos llamadas a transitarlo con alegría, orgullo y optimismo. Es maravilloso ser mujer.
Notas al pie de página
Republic (Cambridge: Cambridge University Press, 2017).
reactionary-feminism
(julio de 2005): 101-136, p. 113, https://revistas.up.edu.mx/RPP/article/
view/1840.
⁵ Marco Tulio Cicerón explicó que los políticos –y las políticas– enfrentamos tres tentaciones en el desarrollo de nuestra vocación: libido pecunia, libido dominandi y libido venerea. La primera refiere a la corrupción administrativa, la segunda al afán desmedido de poder y la tercera a los desórdenes en los afectos y en los sentimientos.
⁶ En mi opinión uno de los aportes más destacados de autores alemanes a la Ciencia Política es destacar la importancia del contexto en los análisis. Recomiendo revisar los aportes sobre metodología de investigación
social que han publicado Dieter Nohlen y Wolfgang Merkel
⁷ Al revisar los datos de Naciones Unidas sobre inclusión de la mujer en espacios políticos encontré que los países que destacan en este indicador son regímenes no democráticos (ONU Mujeres, 2019). Veamos esta referencia. Los países con mayor presencia femenina en Congresos son: Ruanda, Cuba y Bolivia. Ruanda registra 61.3% de mujeres y según el índice democrático de The Economist es un régimen autoritario y está ubicado en el lugar 129. Cuba registra 53,2% de mujeres. Y según el mismo índice es un régimen autoritario y está ubicado en el lugar 143. Bolivia registra 53.1% de mujeres. Y según The Economist es un régimen híbrido autoritario y está ubicado en el lugar 104. Al presentar esta correlación –presencia de mujeres en parlamentos e índice democrático– quiero alertar sobre una realidad que he padecido en mi país: la instrumentalización política de la mujer con fines de dominación autocrática. Preciso esta realidad en tres ideas concretas. Primero, el dato de la participación de la mujer necesariamente debe estar acompañado de otros indicadores porque, en sí mismo y de manera aislada, no es indicador de democracia. Segundo el tema de la inclusión es complejo y trasciende a eslóganes preestablecidos. Los indicadores de inclusión deben describir con mayor precisión la realidad. Y tercero, la participación política de la mujer puede beneficiar a un sistema de justicia y libertad si la preferencia normativa de esa persona es democrática.
⁸ Recomiendo revisar el análisis que ofrece CEPAZ. La organización indica que “los efectos de la situación de emergencia que se suman a la preexistente crisis multidimensional que existe en Venezuela son marcadamente diferentes entre mujeres y hombres”. https://cepaz.org/articulos/mujeres-el-impacto-diferenciado-ante-la-crisis-de-la-pandemia/
⁹ Isabel Sánchez, Mujeres Brújula (Madrid: ESPASA, 2020).
¹⁰ Joyce Mushaben, Becoming Madam Chancellor: Angela Merkel and the Berlin
Republic (Cambridge: Cambridge University Press, 2017).
¹¹ Rafael Tomás Caldera. Ensayos sobre nuestra situación cultural (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2007): 63.
¹² Mushaben, Joyce. Becoming Madam Chancellor: Angela Merkel and the Berlin Republic. Cambridge: Cambridge University Press, 2017. P.22
¹³ Recomiendo escuchar el podcast: Fighting biases and empowering women: A conversation on female leadership and gender equality. En: https://www.ecb.europa.eu/press/tvservices/podcast/html/ecb.pod210308_episode15.en.html